Las caras del juez candidato al Nobel de
la Paz
El hombre sabe hacer el juego. Se granjea las simpatías de
la izquierda bien pensante encausando a Pinochet, pero por el otro lado
ordena detenciones arbitrarias, cierra medios de comunicación
y permite el ejercicio de la tortura en el País Vasco. Hasta
el momento ya ha recibido duras críticas y acusaciones de parte
de personalidades como Las Madres de la Plaza de Mayo o el Subcomandante
Marcos. Pese a todo, insiste en ser candidato al premio Nobel de la
Paz.
Cuando se escucha el nombre de Baltasar Garzón, nos viene la
imagen de un Paladín de la Justicia, joven y progresista, cuyo
retrato pude quedar bien entre las tiras de Mafalda y los poemas de
Benedetti, y es que ha conseguido lo que miles de chilenos y argentinos
juntos no han podido en años de lucha y de perder muchas vidas:
poner en el banquillo de los acusados a sus dictadores. Luego, como
se sabe, no pasó nada con ellos, pero eso a nadie le importa;
él es un héroe para las chicas y un ejemplo para los garçones
(con perdón del galicismo).
No se puede negar que conmueve con sus declaraciones en contra de la
acción imperialista de Bush sobre Irak, pero su capacidad de
conmoción la viven mejor los habitantes del País Vasco,
quienes tienen que conmoverse por sus órdenes de detención
contra sus habitantes, los cierres de sus medios de comunicación,
la prohibición de sus agrupaciones políticas y su conducta
absolutamente venal y permisiva respecto a la tortura que practican
los agentes de la Guardia Civil. Esta cara de Garzón es poco
conocida pero no por eso deja de ser real.
El PSOE y los GAL, la palestra de Garzón
En 1993 Baltasar Garzon deja el anonimato (así como su puesto
de Magistrado en la Audiencia Nacional española) para aparecer
como diputado independiente en las listas electorales del PSOE, para
las elecciones generales en España. Al poco tiempo es nombrado
delegado del Plan Nacional sobre la Droga, alcanzando el rango de Secretario
de Estado. Pero esta designación no satisface sus ambiciones
puesto que lo que él esperaba era dirigir la Policía Nacional y
la Guardia Civil. Desairado, Garzón abandona el gobierno acusando
al entonces presidente Felipe González de haberlo usado como
señuelo electoral y de no estar realmente interesado en la lucha
contra la corrupción.
Pero el asunto no queda ahí, a su regreso a la Audiencia Nacional,
Garzón encuentra el modo de cobrarse la revancha a González haciéndose
cargo del caso de los Grupos Antiterroristas de Liberación (GAL).
Los GAL fueron grupos paramilitares creados por el gobierno de González
y financiados con los fondos reservados del Estado Español que
llevaron a cabo una guerra sucia contra ETA durante el gobierno de
González. Esta guerra sucia dejó más de una veintena
de muertos, entre militantes y simpatizantes de ETA, así como
historias horrendas sobre torturas y detenciones violentas. El escádalo
GAL dañó para siempre al PSOE e impidió su retorno
al gobierno. A modo de defensa, los socialistas acusaron a Garzón
de falta de profesionalismo e incluso alevosía en su trabajo.
Batasuna, Egin, Ardi Beltza, la censura sin fin
A la par de sus actuaciones en contra de los dictadores latinoamericanos,
Baltasar Garzón comenzó a desarrollar otra guerra sucia
en el País Vasco, una «caza de brujas» al mejor estilo
McCarthy. El pretexto es combatir el terrorismo de ETA, pero bajo
esa excusa Garzón lo que hace es perseguir a toda voz disidente
o crítica al régimen que gobierna el Estado Español.
Una de sus acciones más claras en ese sentido fue la prohibición
de Batasuna, un partido político legal que agrupaba a aproximadamente
el 11 por ciento de la población vasca. De igual forma, persigue
a diferentes agrupaciones políticas, juveniles e incluso sociales,
todas ellas sospechosas de terrorismo para el ya exjuez Garzón.
También, desde 1998 se ha empeñado en perseguir,
criminalizar y cerrar medios de comunicación y casas editoriales
independientes bajo la acusación de estar en el «entorno»
de ETA. Así fueron cerrados el periódico Egin, La Voz
de Euskadi, Egunkaria, la editorial Ardi Beltza y la radio
Egin Irratia. En la última etapa como juez, tuvo en el punto de mira al periódico
Gara.
Detenciones, torturas y silencio
En el libro "Garzón, la otra cara", el periodista Pepe Rei
(director de la editorial cerrada por Garzón, Ardi Beltza),
enumera más de doscientos casos de tortura perpetrada sobre miembros
de la izquierda independentista vasca, todos ellos denunciados ante Garzón,
quien hizo la vista gorda ante ellos, eso cuando no se permitió
ironizar sobre el tema. Rei, quien estuvo en la carcel en varias ocasiones
por órdenes de Garzón, explicó en una entrevista
que en las cárceles «hay varios jóvenes que no tiene
ninguna relación con la lucha armada ni con otra actividad que
pueda considerarse penalmente delictiva, cuyo único delito es
ser jóvenes y querer una Euskal Herria independiente».
El periódico Gara publicó una noticia
según la cual Garzón ordenó el encarcelamiento
de once detenidos que le presentaron quejas de tortura física
y psicológica. Según la noticia, uno de ellos presentaba
muy mal aspecto y no podía hablar a causa de una crisis nerviosa
en la que se encontraba, cosa que al juez no le importó en lo
más mínimo y permitió que fuera ingresado en la cárcel
sin más trámites. Pepe Rei atribuye este silencio sobre
toda denuncia de tortura a un pacto implícito con la cúpula
del Ministerio del Interior, que a cambio facilitaba notablemente su trabajo
y le permitía apuntarse «éxitos» estentóreos.
Los procesos irregulares del juez
Según personas cercanas al juez, los «triunfos»
conseguidos por Garzón, en su «lucha contra el terrorismo»,
se fundan sobre procesos irregulares. En una entrevista concedida al
periódico Gara, Joaquín Navarro, durante muchos años
su mejor amigo y actual magistrado de la Audiencia Provincial de Madrid,
declaró acerca de Garzón que: «es un juez que se
inventa casi todo. Lo que ocurre es que está actuando respaldado
por el poder político y por el Ministerio del Interior. Garzón
se permite el lujo de dictar autos de procesamiento o de prisión
absolutamente fabulados, dando por demostradas vinculaciones orgánicas
y funcionales de diversos sectores con ETA».
Así, sin sustento legal, se ha permitido procesar a personas
e instituciones ligándolas, de facto, con el terrorismo. Es el
caso de la institución AEK (Educadores en Euskera) a la que Garzón
acusa de fraude a la Seguridad Social, luego de infructuosos intentos
de relacionarla con ETA. Del mismo modo intenta criminalizar a la
asociación pacifista, Gestores pro Amnistía, institución
a la cual pertenece Amaia Arrieta, joven vasca que fue detenida bajo
la acusación de trabajar captando jóvenes para ETA.
El proceder arbitrario y prepotente de Garzón ya ha recibido
críticas y rechazos a nivel internacional, como el pronunciamiento
que hicieran las Madres de la Plaza de Mayo, quienes declararon: «Las
Madres de Plaza de Mayo repudiamos con todas nuestras fuerzas la operación
policial y represiva ordenada por el Juez Garzón contra el Diario
EGIN y la Radio EGIN. De la misma manera en que las Madres de Plaza
de Mayo hemos agradecido al Juez Baltazar Garzón el procesamiento
de los genocidas argentinos que ensangrentaron nuestro país,
hoy tenemos la obligación de denunciar la conducta vergonzosa
y vejatoria de este mismo Juez». Más resonancia aún
tuvieron las declaraciones del Subcomandante Marcos, quien en Noviembre
de 2007 increpó al juez con duros calificativos
y acusaciones: «Ese payaso grotesco que es el autodeterminado
juez Garzón, de la mano de la clase política española,
está llevando a cabo un verdadero terrorismo de Estado, que ningún
hombre y mujer honestos puede ver sin indignarse».
Un arribista tras el Nobel
Las dos caras de Garzón, las dos manos con que procede, una persiguiendo
crueles dictadores latinoamericanos y otra practicando el matonaje a
un pueblo, responden a un único afán: el arribismo. Garzón
persigue el posicionamiento a cualquier precio, por ello se ubica en
el mejor escaño progresista acosando a Pinochet, pero le hace
la cama a Aznar y al PP hostigando a los independentistas vascos.
Su afan de figuracionismo también ha sido cuestionado en España.
El ya citado juez Navarro también habla de la «garzonitis»,
a la que define como «mezcolanza de maldad, cinismo, tosquedad
mental, exhibicionismo e impotencia». Asimismo, Francisco Javier
Santaella, durante varios años secretario general del Sindicato
de la Policía Uniformada, por tanto colaborador cercano del juez,
ha afirmado que, «en el trabajo de Garzón priva la precipitación
y el afán de acaparar la prensa sobre la rigurosidad de sus investigaciones».
Críticas van, denuncias vienen y a Garzón ni se le mueve
el pelo. Por el contrario, el continúa haciendo lo suyo, visita
países como Bolivia para hacer actos filantrópicos, ejerce de abogado defensor de Julian Assange de Wikileaks y candidatea
al premio Nobel de la Paz. Para esto tiene incluso una página
web que ennumera sus méritos y merecimientos. Visto desde
cualquier lado el Nobel puede ser el reconocimiento a su carrera, ya
sea como paladín de la justicia o arribista del poder. El Nobel
aguanta todo, la prueba es que se lo dieron a Kissinger, Reagan, Obama y recientemente a la Unión Europea.
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