1 mar 2013

El 23-F fue ejecutado por los servicios secretos y dirigido por el Rey

Artículo escrito por DIEGO CAMACHO LÓPEZ-ESCOBAR
SU EXPERIENCIA RELACIONADA CON EL 23-F

Durante el 23-F Diego estaba destinado en la unidad del CESID que participó más directamente en la asonada golpista. A los pocos minutos de entrar Tejero en el Congreso, pudo comprobar que durante el día en el centro se había realizado acopio de víveres y bebidas para toda la noche y que varios agentes habían sido encapsulados informativamente y puenteados en su función por el jefe de la unidad.

Pasada la media noche, el capitán Camacho se introdujo con otro agente en el Congreso, unos 10 o 15 minutos después de la llegada de Pardo Zancada, y fueron testigos directos del clima existente y de las razones que habían motivado el enfrentamiento entre Armada y Tejero.

A las 05:00h del 24-F, ambos agentes se trasladaron a la sede central del CESID para comunicar a Javier Calderón la autoría intelectual del golpe. Ese mismo día también le informaron de la participación de la unidad y de varios agentes dirigidos por Cortina en la asonada. Más adelante, los cuatro agentes que habían descubierto la implicación del CESID, impulsaron una investigación interna que no se materializó hasta un mes después, una vez que fracasaron los intentos de la Dirección para que lo descubierto fuera silenciado.

Dicho informe sería ocultado a las defensas de los implicados y mutilado parte de su contenido.

El intento de golpe de Estado en España es “un asunto interno”, sentenció el general Alexander Haig en París, al ser preguntado por una periodista.

La aseveración del Secretario de Estado norteamericano, en un ejercicio de aplicación estricta de la “doctrina Estrada”, era sólo una verdad a medias, puesto que no se trataba de un mero desajuste político generado por el cambio de régimen, además existía un factor que interesaba mantener oculto a la opinión pública y que consistía en la salvaguarda de los intereses estratégicos en el Mediterráneo occidental de nuestro principal aliado, los Estados Unidos.

Algunos meses antes, durante la segunda mitad de 1980, tuvo lugar la campaña electoral para elegir Presidente en los EEUU.

El candidato republicano Ronald Reagan supo captar de inmediato la gran preocupación existente en la opinión pública norteamericana por dos hechos acaecidos en 1979: la caída del Sha de Persia, que significaba la perdida del principal aliado estratégico en Oriente Medio y la invasión de Afganistán por la URSS, que permitía en caso de triunfar establecer el control soviético sobre la meseta de Pamir y el golfo Pérsico.

Para resolver la situación creada, Reagan preconizaba en su programa electoral, dar un giro radical a la política exterior de los EEUU, caso de llegar a ser elegido.

La distensión y la coexistencia entre las dos superpotencias, llevada a cabo durante la administración de Carter, debía terminar para dejar paso a una política firme que defendiera los intereses norteamericanos allí donde se encontraran amenazados.

El triunfo electoral de Reagan, en Noviembre de 1980, supuso la puesta en práctica de lo que había prometido en la que sería la última década de la guerra fría. Su política de Seguridad Nacional fue un éxito completo al lograr su objetivo, impensable al inicio de su mandato, y que fue la desaparición de la URSS como amenaza estratégica.

La nueva política tuvo tres pilares esenciales:

1) El incremento del presupuesto de Defensa. Para 1981 se contemplaba doblarlo con relación al existente durante el último año de la administración de Carter y triplicarlo para 1985. El objetivo declarado de este notable aumento era el poder implementar un nuevo sistema de armas que sería conocido como “la Guerra de las Galaxias” y que a medio plazo sería una de las causas principales en el derrumbe de la URSS, al no poder soportar la nueva carrera de armamentos que planteaba la Casa Blanca.

2) Respaldo a dictaduras del hemisferio occidental, con tal que tuvieran gobiernos incondicionales a los EEUU, como Chile, Argentina y Uruguay.

3) Respaldo a movimientos guerrilleros, contrarios a la Unión Soviética: la UNITA (Angola), la CONTRA (Nicaragua) y la guerrilla afgana de los talibanes.

En definitiva, Reagan y su equipo habían decidido dar un giro de 180 grados a la política desarrollada por la anterior administración y plantean su apuesta tanto en el plano militar global como en el marco de la guerra asimétrica, tradicionalmente dejada a la iniciativa de los movimientos revolucionarios controlados por el Kremlin.

Este diseño estratégico llevaría a la Casa Blanca a considerar como hipótesis probable la utilización de armamento nuclear táctico en Europa, en un eventual enfrentamiento entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, y sin que esa circunstancia llevara forzosamente a la confrontación nuclear total o a la extensión del conflicto hacia otros teatros de operaciones.

En ese contexto y dentro del espacio europeo, el Mediterráneo adquirió una importancia decisiva y prioritaria en los planes de operaciones del Pentágono, del Departamento de Estado y del Consejo Nacional de Seguridad.

Su control era esencial para garantizar el apoyo a Israel, pieza vital en el desarrollo estratégico de Oriente Próximo; para lo cual era preciso contar con el dominio de las dos orillas, o lo que es lo mismo, con la estabilidad y fiabilidad de aquellos países que tenían importancia estratégica en este mar interior o que albergaban bases utilizadas por las USAF. Se trataba, en definitiva, de poder garantizar la acción de la VI Flota para que su apoyo operativo y logístico se realizara sin sobresaltos.

En Septiembre de 1980 Reagan no ha ganado todavía, aunque todas las encuestas le dan como claro favorito.

Es a partir de entonces, en poco más de un año, cuando se producen en el Mediterráneo una serie de acontecimientos políticos que van a proporcionar a EEUU el control absoluto sobre el Mare Nostrum, son los siguientes:

Ese mes es derrocado el gobierno liberal turco, que encabeza Süleyman Demirel, y toma el poder el ejército a cuyo frente está el general Evren.

Este golpe fue al principio incruento, aunque vista la tranquila reacción internacional, sobre todo la referida a los socios de la OTAN, sería seguido por una cruenta represión que laminó a los principales opositores al gobierno golpista.

En Noviembre de ese mismo año Grecia reintegra sus FFAA al Mando Militar de la OTAN, del que había salido en 1974.

En Diciembre de 1980 muere en un accidente de aviación, todavía no esclarecido, el fundador del partido socialdemócrata y Primer Ministro de Portugal Sa Carneiro.

En Enero de 1981 EEUU suscribe, por primera vez con Marruecos, un tratado de venta de armamento pesado (carros de combate y aviones) y tranquiliza al sultán sobre la continuidad del apoyo norteamericano a la anexión marroquí del Sahara Occidental. Dos meses más tarde la promesa de los EEUU se materializará.

Hassan II, respaldado por París y con el visto bueno de Washington, apoyará un golpe militar en Mauritania, que irá en detrimento del precario equilibrio mantenido en el Magreb entre Marruecos y Argelia y, lo que es más importante para los planes del sultán, Mauritania abandonará el tercio del Sahara que le había correspondido según los acuerdos de Madrid, con excepción de La Güera, y que Rabat podrá ocupar pocos
días después.

En España, con la resaca del 23-F, este acontecimiento recibió muy poca atención. En el mes de Agosto de ese año Marruecos iniciará la construcción del muro que divide la zona ocupada de la liberada.

El 23 de Febrero se produce en España un intento de golpe de Estado que fracasa. Inspirado, planeado y ejecutado por el acuerdo de las principales fuerzas políticas e institucionales del sistema, que se ponen de acuerdo en derribar al primer Presidente elegido democráticamente en la Transición, Adolfo Suárez, para variar el rumbo que esta había tomado, y que utilizan al Ejército como herramienta de la operación.

También en Marzo tuvo lugar en Portugal una alianza entre socialdemócratas, demócratas cristianos y Mario Soares, quien actúa en contra de lo decidido por el PSP, con objeto de provocar la caída del Presidente Ramalho Eanes, último vestigio de la revolución de los claveles.

En Mayo se descubrirá en Italia la trama golpista de la Logia P-2 de Lucio Gelli y sus conexiones con la mafia, la democracia cristiana, el Vaticano y la red “Gladio”.

En Noviembre de 1981 los EEUU logran, con el permiso de Anwar el Sadat, estacionar por primera vez tropas norteamericanas en Egipto. Militares integristas egipcios asesinaran al Rais durante la celebración de un desfile militar en el mes de Diciembre. El sucesor de Sadat, Hosni Mubarak, conseguirá acabar con la conspiración integrista y garantizar los acuerdos de paz que habían sido firmados con Israel en Camp David.

Es en esta sucesión de acontecimientos políticos, que tienen lugar durante la segunda mitad de 1980 y todo el año 1981, donde hay que enmarcar el fallido golpe de Estado en España.

El “golpe de timón” no era solo un simple asunto interno, sino que además buscaba asegurar una Mayor estabilidad política y militar en la Península Ibérica.

En ese contexto internacional, la entrada de España en la OTAN revestía para los EEUU una importancia capital al ser la pieza que faltaba en el planeamiento estratégico para el sur de Europa.

Suárez constituía un estorbo, se le reprochaba que actuara de forma tercermundista en la articulación de la política exterior y mostrara gran preocupación por temas estratégicamente menores o que estaban fuera de su campo de influencia:

Como la búsqueda de una solución para el pueblo palestino, la nueva formulación para una cooperación económico–política de Europa con los países del África subsahariana, la apertura de nuevas vías de participación en la problemática política de Iberoamérica o el acercamiento a líderes como Castro y Arafat vinculados a los intereses soviéticos.

En resumen el Presidente español, con la previsible llegada de Reagan a la Presidencia y la puesta en marcha de sus nuevos objetivos estratégicos, era un obstáculo importante. Es aquí donde se encuentra una de las claves del 23-F y el principal motivo de la pérdida del favor real, en la segunda mitad de 1980, por parte del Presidente del Gobierno.

Los nuevos aires estratégicos en Washington se complementan en Madrid con la acción psicológica de los oficiales golpistas del CESID sobre el Jefe de Estado, al que convencen de que por la singularidad de su ascensión al Poder, Suárez está vinculado a Juan Carlos y que su estrella en declive puede arrastrar en su caída al monarca e incluso a la Corona. Para evitarlo es necesario distanciarse cuanto antes del Presidente y provocar su caída, operación en la que todo el mundo está de acuerdo, incluso sus ministros.

El Rey al igual que otros políticos, con buenas conexiones en Washington, fueron alertados de por dónde iban a soplar los nuevos vientos y el inicio para el abandono del barco empieza a producirse. No puede pasarse por alto que desde antes de asumir la Jefatura del Estado el Rey de España obtiene todo el apoyo de la Casa Blanca en su entronización a cambio de seguir fielmente los objetivos estratégicos de la misma.

El asunto del Sáhara y la marcha verde serán la primera prueba de esta sintonía. Quedaría en evidencia que el deseo de Washington en apoyar al sultán de Marruecos y fortalecerlo en la región, pasaba por encima de los intereses españoles. Juan Carlos, Jefe de Estado interino, actúa en función de las directivas que recibe de Vernon Walters, subdirector de la CIA y amigo de Hassan II desde 1942.

El primer Presidente elegido por los ciudadanos en la naciente democracia española pronto se quedaría solo y así los planes de recambio para España podrán activarse fácilmente en el momento que se materialice la victoria electoral de Reagan.

El sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, afirma en sus memorias que él tenía claro desde 1977 que era necesario incorporar a España en la CEE y en la OTAN.

¿Lo veía tan claro Adolfo Suárez en los años de su presidencia?”
-Se contesta don Leopoldo-.
Probablemente no.”

El caso de Felipe González es todavía más ilustrativo. Hace campaña electoral en 1982 en contra de la entrada de España en la OTAN, logra con 202 diputados la Mayoría absoluta. Dos años después de entrar en la Moncloa, hace borrar del programa del partido la oposición del PSOE a dicha entrada.

En 1986 organiza y gana un referéndum apoyando el ingreso. Uno de los más militantes en el rechazo inicial, Javier Solana, ocuparía años después el cargo de Secretario General de la Alianza Atlántica.

La conducta seguida por estos dos presidentes (Calvo Sotelo y Felipe González), demuestra lo afirmado más arriba. El ingreso de España en la OTAN era un factor determinante para los EEUU, en el diseño de la seguridad estratégica aliada en el sur de Europa.

El doble lenguaje de González hacia sus militantes y hacia los ciudadanos pone también de manifiesto el compromiso adquirido y cumplido con el Rey con quien iniciaría, al más puro estilo Bogart, una gran amistad.

El cambio que iba a experimentar la política exterior de los EEUU, en caso de vencer Ronald Reagan en las elecciones de Noviembre, era perfectamente previsible en el resto del mundo y España no era una excepción.

La opinión de la Santa Sede, en la evolución política de España, va a tener una gran importancia tanto para los políticos cercanos a la ideología de la democracia cristiana como para algunos militares próximos al Opus Dei. Una vez embarcados en el proceso conspirativo, será Roma quien tranquilice sus conciencias sobre la empresa que piensan acometer.

El hecho de que sea Juan Pablo II el que ocupe la silla de San Pedro va a facilitar las cosas. La persecución a la que ha sido sometido por el régimen comunista polaco como sacerdote y más tarde como obispo de Cracovia, le hace coincidir totalmente con el planteamiento estratégico de Reagan, sobre la necesidad de obtener una victoria completa sobre la URSS, como paso necesario para la liberación de Europa oriental, y también con la necesidad de controlar el Mediterráneo para asegurar el bastión israelí.

Los partidos políticos después de la muerte de Franco, se crean con una fuerte dependencia exterior en base a la financiación inicial que obtienen principalmente de la RFA: la fundación Neumann apoya a los liberales (Alianza Popular, luego Partido Popular), la fundación Ebert de la socialdemocracia alemana al PSOE y la fundación Konrad Adenauer a los democristianos (UCD).

Esta circunstancia supondrá otra garantía de reaseguro para que la evolución política en España no discurra por caminos contrarios al interés de los países aliados.

Las Fuerzas Armadas españolas eran todavía, y a pesar de la aprobación de la ley de Reforma Política y más tarde de la Constitución, un poder fáctico. La Mayor parte de sus miembros se consideraban legitimados para ejercer una tutela sobre el poder civil, en base al testamento de Franco y a la inercia del régimen anterior. Los atentados de ETA catalizan las salas de banderas, pero es sobre todo la escasa habilidad del general Gutiérrez Mellado la que va a exasperar los ánimos.Suárez comete el error de prometer a los generales más importantes que el PCE no será legalizado y poco después, el Sábado Santo, sale el decreto legalizándolo. Ese engaño no debió haberse producido y la responsabilidad en el mal asesoramiento presidencial hay que achacarlo al militar más relevante del gabinete y que además tenía excelentes relaciones con el Presidente, el General Gutierrez Mellado.

Gutiérrez Mellado tenía la obligación de señalar al Presidente el valor que los militares daban a la palabra dada y las consecuencias que acarrearía su incumplimiento. Cuando era perfectamente factible explicarles la necesidad de la legalización, debido al cambio de situación y al compromiso adquirido por el Rey con Santiago Carrillo, después de asegurarse que la Casa Blanca no ponía objeciones. El menosprecio de Suárez hacia los militares le enajenaría el apoyo de estos cuando su colaboración la tenía al alcance de la mano.

A partir de ese momento los militares nostálgicos que se sienten despreciados por el gobierno, deslegitiman la acción presidencial. Se empiezan a establecer vínculos conspirativos no solamente en el seno de las Fuerzas Armadas sino también con personas destacadas del mundo político, económico y social. El presidente experimenta un abandono creciente que en poco tiempo se convertirá en un aislamiento político total. Todos saben que ha perdido el apoyo del Rey, que sus barones conspiran, que no tiene apoyos internacionales, que los militares van a por él y que finalmente el dinero no le ve como un activo con futuro.

Cuando se haga patente que el tiempo de Suárez ha terminado y que es preciso buscar un recambio, se va a recurrir al Ejército como el instrumento idóneo para realizarlo, al igual que se había utilizado a lo largo del siglo XIX en defensa de una u otra opción política. Antes de su fracaso, tendrá las bendiciones de todos los actores políticos. Su legitimación, de cara a las salas de banderas, vendrá de la mano del testamento de Franco como el último servicio.

La clase política lo asumirá por dos razones: el imperativo del factor externo ante la incapacidad de Suárez para afrontar la nueva situación internacional y también para llegar al poder más rápidamente. La Corona, para no sufrir el desgaste que origina una deriva política interna insostenible, así como para seguir las recomendaciones del poder emergente en Washington. Finalmente, los países de la Alianza Atlántica para asegurar sus intereses vitales en el sur del continente. El ciudadano español quedará una vez más al margen.

Una vez fracasada la intentona, esta no tendrá patrocinadores, escurrirán el bulto y los chivos expiatorios serán aquellos incautos que se prestaron a poner su cara en la fase inicial y además salieron por televisión. Es difícil encontrar en la historia de los golpes de Estado fracasados un caso similar de abandono hacia los subordinados por parte de los jefes de la operación.

Aprovechando que hay que evitar que el Rey resulte implicado, se miente y no se asume la responsabilidad. Los serviles que recibían a Fernando VII con los vítores de “¡Vivan las cadenas!”, después de haberse perpetrado la felonía de Bayona, nada tienen que envidiar a nuestros afamados cortesanos.

El eje básico de la reforma política consistió en sustraer a la sociedad de las decisiones fundamentales y operar a favor de los hechos consumados por pactos que se promueven a espaldas del Parlamento.

Incluso las ejecutivas de los principales partidos son informadas, la Mayor parte de las veces, cuando el pacto ya está cerrado.

Fue el “consenso” alcanzado por UCD, PSOE, AP, PCE y nacionalistas lo que permite que estos grupos se vayan integrando como parte del Estado – sistema – al crear y potenciar clientelas de militantes asalariados que acceden al dinero público por multitud de caminos.

La integración de los sindicatos en este esquema acordado por los partidos va a originar el final de su dimensión de clase (Pactos de la Moncloa). Es decir, en ese preciso momento histórico se apuesta prioritariamente por la integración y la paz social. El sentido democrático de la sociedad, sustentado en un auténtico pluralismo que permita lograr un Estado de Derecho y que lleve a la verdadera participación y libertad del ciudadano, queda aplazado para más adelante.

Podrá argüirse que entonces no podía hacerse otra cosa. Es posible, pero un sistema que había nacido con esa hipoteca en su estructura política, necesitaba estar dotado de un carácter de provisionalidad y no de permanencia, sino quería caerse con el tiempo en el peor enemigo que tiene la democracia: la CORRUPCIÓN.


En el seno del servicio de Inteligencia se redactará, en los primeros años de la transición, un plan que será bautizado como “Operación De Gaulle”. Cuando el recién nombrado Ministro de Defensa, Rodríguez Sahagún, visite el Centro se lo expondrán y acto seguido el ministro ordenará que los redactores del mismo, el comandante José Faura Martín y el capitán Juan María de Peñaranda, abandonen el Servicio y vuelvan al Ejército. Curiosamente dicho plan no fue destruido, la dirección de la Casa lo conservó. La operación se inspiraba en como se había superado en Francia el riesgo a una guerra civil, originado por la independencia de Argelia. Se indicaba que el Presidente de la IV República, René Coty, había mantenido una reunión con los portavoces parlamentarios de los diferentes partidos de la Asamblea Francesa, alertándoles sobre la situación de extrema gravedad existente y del grave peligro en que esta degenerara en un enfrentamiento directo entre franceses.

A causa de la postura contraria a la independencia argelina, mantenida por gran parte del ejército francés y de una parte importante de la opinión pública que consideraban que ese territorio era parte indisoluble de Francia.

Como solución, el Presidente no veía otro camino que ofrecerle al general De Gaulle que asumiera la Jefatura del Estado, dado el prestigio que este militar contaba en toda la nación. Obtenido el acuerdo de los portavoces el Presidente se traslada a Colombey les deux Églises, lugar donde se encontraba retirado el general, y le pide que por el interés de Francia asuma la presidencia. De Gaulle le señala que antes de aceptar necesita hablar con el general Massu, comandante de las fuerzas militares francesas destacadas en Alemania.

Obtenido el acuerdo del célebre general paracaidista, De Gaulle acompañó al Presidente a París y este lo presenta en la Asamblea solicitando a los diputados que le voten como nuevo Jefe de Gobierno para así poder salvar la situación crítica en la que se encuentra la nación. Es votado, iniciándose inmediatamente el nuevo periodo constituyente que dará lugar a la nueva Constitución y al comienzo de la V República, con el general como nuevo Jefe de Estado.

El coronel Federico Quintero Morente redactará en Diciembre de 1980, desde su destino de Ankara, un informe “Informe Quintero” favorable al ya mencionado golpe en Turquía que proponía como modelo, vista la importancia estratégica similar que tienen ambos países en el Mediterráneo. El plan fue desechado pues la decisión ya se había adoptado.

La represión que siguió al golpe de Estado turco lo hacía inviable para España pues esa circunstancia podía ser asumible en un país musulmán pero inviable para la opinión pública occidental, además de tratarse de una nación católica en transición hacia la democracia. Pero también por el control que en esos momentos tenían aquellos que iban a encargarse de la organización y coordinación del golpe, para los que la “Operación De Gaulle” constituía su modelo, el único que reunía todos los requisitos para que dicha acción fuera aceptada por todos como la mejor salida a una situación de extrema gravedad.

Una vez aceptada la “Operación De Gaulle” como el modelo a seguir y con la premisa de “nada de sangre”, había que adaptarla a la realidad española. Existía un problema, y es que los franceses habían corrido un riesgo real de enfrentamiento a causa de Argelia, pero en España no podía echarse mano de nada similar por los motivos siguientes:

1) No existía división en el ejército, la Mayor parte añoraba el régimen anterior o tenían muchas dudas de la viabilidad del actual. El testamento de Franco y la obediencia debida legitimaban, para la Mayor parte, la tutela que el Ejército debía ejercer sobre el poder civil. Una vez constatado que los EEUU apoyaban el “golpe de timón”, la marcha hacia el golpe de Estado era lo más patriótico que podía hacerse en opinión de estos militares nostálgicos.

2) La sociedad civil no se hallaba enfrentada por ningún motivo. El terrorismo no había logrado su objetivo estratégico de separar a la sociedad del naciente sistema político ni tampoco de su gobierno, por muy dividido que este se encontrara. El sentimiento generalizado era arrimar el hombro para consolidar la democracia en España.

3) La única escisión existente era la motivada por la ambición política de los diferentes partidos: unos por abandonar el barco que se hundía (UCD), otros por aprovechar la situación y lograr llegar al Poder aunque fuera por un atajo nada democrático (PSOE), y los de más allá, por maniobrar y obtener ventajas que hubieran sido difíciles de obtener en situación normal (AP, PCE, CIU y PNV). En todo caso, razones poco idóneas para presentarlas como el factor determinante en una situación de emergencia nacional, que justificara la interrupción del proceso democrático y la llegada de un general.

En la creación del motivo que justificase la acción, en el marco del modelo elegido, es donde se encuentra el origen de la intentona y otra de las claves del golpe, pues sin ese detonante la “Operación De Gaulle” no era posible, al no estar prevista una represión posterior sobre la población.

No iba a ser presentada como la involución de un grupo sino como una salvación nacional consensuada por los representantes de la nación.

Los planificadores lo bautizaron como SAM (Supuesto Anticonstitucional Máximo) y entenderán que se concretará poco antes de desencadenar la acción decisiva, aunque desde los inicios se barajará el secuestro como la manera más idónea de alcanzar el objetivo propuesto.

La dimisión inesperada de Suárez acelerará los preparativos y no los detendrá, como él pensó, pues el objetivo no era en ese momento castigar al Presidente sino adueñarse del Poder.

Los golpistas pensaron que la situación de Mayor gravedad política que podría crearse sería el secuestro simultáneo del poder ejecutivo y legislativo durante un pleno de sesiones. La elección del sucesor de Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, permitiría contar en un plazo muy breve con una reunión plenaria en la que pudiera ejecutarse el plan. La operación así concebida, fue la creación artificial de una situación de emergencia extrema para presentar a continuación un salvador, el General Armada, quien enderezará el rumbo político existente en España.

Fue un golpe de Estado cobarde y humanitario. Cobarde pues los Mayores responsables no dieron la cara a la hora de defender sus convicciones y abandonarían a aquellos que previamente reclutaron para iniciarlo, en nombre de un interés general más que discutible. También humanitario, pues hubo la orden de evitar el derramamiento de sangre a toda costa. Este extremo facilitaría la acotación de las responsabilidades posteriores, aunque operó sobre todo en beneficio de los autores intelectuales más que de los ejecutantes.


El Centro Superior de Información de la Defensa (CESID), estuvo involucrado en todas las fases de la intentona golpista, por la participación de algunos de sus agentes. Javier Calderón y José Luis Cortina tenían en sus manos la dirección y las operaciones del Servicio Secreto. Unidos por una gran amistad habían colaborado, desde GODSA y junto a Manuel Fraga, en la creación del partido Alianza Popular. El general Gutiérrez Mellado fue el verdadero artífice de la irresistible ascensión de estos dos oficiales en el seno del Servicio Secreto.

La concepción del plan fue desarrollada unos años antes de ser utilizado, como se ha señalado más arriba, por dos miembros del Servicio. La “operación De Gaulle” no fue destruida sino guardada en los archivos a pesar de haber sido desautorizada por el ministro de Defensa.

En el mes de Mayo de 1980, se destina como Comandante General de Ceuta al general Gerardo Mariñas Romero, director del CESID. No se nombra sustituto cuando casi todos los días la prensa y los rumores hablan del “ruido de sables” existente. Queda al mando el coronel Narciso Carreras de manera interina. La dirección y la operatividad del Centro quedan en manos de dos hombres de la entera confianza del vicepresidente del gobierno, Gutiérrez Mellado. El teniente coronel Javier Calderón, como secretario general, y el comandante José Luis Cortina como jefe de los equipos operativos.

Aquí reside otra de las claves del golpe de Estado, dejar en manos de dos hombres en los que va a recaer la coordinación del mismo el control de los Servicios de Inteligencia. Calderón no podía ser nombrado director pues la ley obligaba a que dicho puesto lo ostentara un militar con rango de general.

Después del fracaso de la intentona se cambiará la ley deprisa y corriendo para poder nombrar nuevo director de la Casa al teniente coronel Emilio Alonso Manglano, oficial que también contaba con la confianza de la Zarzuela, pues el fracaso de la intentona aconsejaba un cambio inmediato en la cúpula del Servicio de Inteligencia.

Nada más asumir la secretaría general, Calderón ordenará que toda la actividad de Inteligencia que tenga que ver con la involución política sea controlada exclusivamente por Cortina y que este despache directamente con él. De esa manera el área de Involución quedaría cortocircuitada e inoperante.

En los meses siguientes Cortina dispondrá de toda la información disponible respecto a los movimientos y reuniones involucionistas que compartirá con Calderón mientras que la dosificará convenientemente para el área de Involución, de manera que esta no tenga nada relevante que pueda interferir. De esa manera ambos podrán explotar en su beneficio la información obtenida y dejar fuera de combate al área responsable del seguimiento de la involución. De manera simultánea ambos iniciaran los contactos a nivel político.

En los meses anteriores al golpe, Manuel Fraga Iribarne (AP) y Gabriel Cisneros (UCD) mantendrán contactos telefónicos semanales con Cortina por las líneas reservadas de la AOME (Agrupación Operativa de Misiones Especiales). De los contactos con el PSOE se encargará Calderón por medio de Luis Solana y Enrique Mújica. Los contactos con la embajada de los EEUU, Terence Todman y Ronald E. Estes, y con el nuncio del Vaticano, monseñor Antonio Innocenti, también los materializará Cortina.

Será a partir del verano de 1980 cuando se empiece a elaborar por ambos el perfil del militar que podría reconducir la situación. Se hará a la medida, para que sea el general Alfonso Armada el único que reúna todos los requisitos.
Hay que tener un personaje singular, como lo era De Gaulle, por eso Armada no forma parte de una terna o de un grupo de candidatos. Es la única solución. En esos meses Calderón y Cortina trabajan para y con el general Armada. Hay que tener en cuenta que este general no estaba en la cadena jerárquica del CESID y que por lo tanto estos oficiales estaban actuando al margen de su cadena de mando natural, aunque con el beneplácito del vicepresidente del gobierno Gutiérrez Mellado.

El objetivo durante la preparación consiste en dar a conocer y fortalecer la figura del general y así lograr que no surja otra alternativa militar que pueda encarnar al “salvador”. Que no hubiera más candidatos era la condición necesaria para que fuera aceptado sin reservas en el ámbito político. Para los militares la persona elegida era una cuestión menor siempre y cuando estuviera dispuesto a enderezar el rumbo político y estuviera debidamente autorizado.

La enemistad de Suárez con Armada se había establecido durante las primeras elecciones democráticas. El Secretario de la Casa Real había enviado varias cartas con el membrete de Palacio pidiendo el voto para Manuel Fraga. El Presidente montó en cólera y exigió al monarca el cese inmediato del general Armada, a lo que el Rey tuvo que acceder para no crear una crisis de proporciones incalculables.

Suárez complementó la salida de Armada con su alejamiento de Madrid y así poder distanciar al Rey de la “malévola” influencia de su consejero.

En el nombramiento de Armada como 2º JEME (Jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra), Juan Carlos I es el factor decisorio. Después de su dimisión, Suárez realiza un viaje a las islas Canarias, lo que aprovecha el monarca para llamar a palacio al ministro de Defensa exigiéndole el nombramiento del general como segundo del general José Gabeiras Montero. Rodríguez Sahagún aduce que el nombramiento puede esperar hasta que el Presidente vuelva de su viaje. El rey le contesta que el nombramiento corre prisa y que prepare la orden. Suárez a su regreso es informado por su ministro, en presencia de Alberto Recarte, de la llegada del general Armada a Madrid, como segundo jefe del Ejército de Tierra, por iniciativa real. El Presidente monta en cólera y le espeta a su ministro “tú me has traicionado, te avisé que Armada debía permanecer alejado de Madrid. Si hay un golpe de Estado militar, tu serás el verdadero responsable”. El ministro se echó a llorar.

Antes de emprender el vuelo hacia Vitoria, don Juan Carlos le dirá a Armada “oye Alfonso, ya está todo arreglado. Acabo de dejar firmado el decreto con tu nombramiento... deja listo ahí todo cuanto antes que vienes a Madrid. Ya recibirás instrucciones”.

Unos días antes, el 1 de Febrero, el general Milans del Bosch ya comunicó a los conjurados, en la calle general Cabrera, sobre el inmediato nombramiento de Armada como 2º JEME “que abría paso a unas perspectivas de cambio que conducirían a la solución Armada, que es la deseada por Su Majestad y por las instituciones... es un gobierno de concentración... con varios socialistas y algún comunista. El Rey ya conoce la composición de ese gobierno y aunque a mi no me gusta mucho... la acepto sin más”.

Investido Armada del apoyo necesario por todos los sectores que están de acuerdo con la “operación De Gaulle”, el día 14 de Febrero se reúne con el embajador norteamericano Terence Todman, en una finca cercana a Logroño. En dicha reunión el general garantiza al embajador la salvaguarda de los intereses de EEUU en España. A su regreso a Madrid, Todman solicitará a Washington el envío a Lisboa de un avión AWACS, para el control de las comunicaciones gubernamentales y militares españolas.

Un subordinado de Cortina, el capitán Vicente Gómez Iglesias, es la persona que se encargó de reclutar a Tejero, quien en tiempos pasados había sido su jefe cuando ambos habían estado destinados en el País Vasco, facilitar la acción del teniente coronel el día 23 y mantener el enlace y la coordinación de los diferentes grupos que participaron en el secuestro de la Cámara Legislativa.

El número 2 de Cortina en la Agrupación Operativa, capitán Francisco García Almenta, se encargó de organizar la Sección Especial de Agentes (SEA) cuya misión era la de coordinar las columnas de la Guardia Civil para lograr que llegasen simultáneamente a la puerta del Congreso.

En la Agrupación Operativa, Cortina ordenará la confección de los primeros decretos, con los primeros nombramientos, que llevará Armada al monarca una vez sea votado en el hemiciclo y asuma el Poder.

Otro subordinado de Cortina, el capitán José Ramón Tostón de la Calle, facilitó al SEA vehículos, radios y matrículas falsas para que pudieran realizar su misión sin ser detectados por la policía.

En los meses de otoño e invierno previos al golpe, se irán manteniendo contactos y reuniones para coordinar la acción o informar de la marcha del plan: reunión de Alfonso Armada con Enrique Múgica y Joan Raventós, visita de Armada a los Reyes en Baqueira Beret, reunión en la calle general Cabrera. En fin, una serie de conciliábulos en los que todos participan: el Rey, militares, políticos de todo signo y otros que también desean participar.

En resumen, en todos estos meses el Servicio de Inteligencia no está trabajando para su jefe natural y constitucional: el Presidente. Está trabajando para que Armada acceda a la presidencia del gobierno por medio de un artificio seudo legal.

Conviene analizar brevemente algunos detalles previos a la toma del Congreso ya que son elementos esclarecedores. En primer término, Tejero llegó con sus columnas al Congreso sobre las 18:30. El paseo de la tropa estaba estipulado en Madrid para las 17:00 según la orden de plaza de la Capitanía General. En las unidades armadas de la 1ª Región se tuvo a los soldados acuartelados, sin que el Capitán General dijera nada ante el incumplimiento de su propia orden.

Así la División Acorazada, Brigada Paracaidista y el Grupo de Operaciones Especiales estaban a la espera, lo que lleva a la única conclusión posible: el Capitán General Guillermo Quintana Lacaci y su Estado Mayor, también estaban a la espera de lo que iba a ocurrir 90 minutos más tarde.

En segundo lugar, el general Luis Torres Rojas llegó desde la Coruña a la División Acorazada para hacerse cargo del mando de la misma, apartando a su jefe el general José Juste Fernández.

Sobre las 16:00 se descubre por este último el pastel y no ordena el inmediato arresto ni de Torres Rojas ni de los oficiales desleales de su Estado Mayor. El Capitán General Quintana, tampoco toma medidas y solo recomienda a Juste que permanezca alerta. Como tercer detalle, sobre las 16:00 al llamar Juste a la Zarzuela y preguntar si Armada estaba allí, Sabino Fernández Campo al parecer responde “ni está ni se le espera”. Parece que nadie en palacio se sorprende, que el general jefe de la División Acorazada llame preguntando por el 2º Jefe de Estado Mayor es la cosa más natural del mundo, debe ser por que toma allí el té todos los días. De otra manera no se entiende puesto que el jefe de Juste no es Armada sino Quintana, es decir, Juste está saliéndose de la cadena jerárquica y llamando a palacio como si fuera la oficina de información al cliente. Por eso la reacción de Fernández Campo es incomprensible si no sabía nada.



La operación se articuló desde el CESID como un golpe de mano clásico, al más puro estilo de la escuela de Operaciones Especiales. Con una idea de maniobra articulada en diferentes fases y de las que solo se realizarían las dos primeras:

PRIMERA FASE
El teniente coronel Tejero irrumpirá con su fuerza en el Congreso de los Diputados, reteniendo al gobierno y a los diputados hasta la llegada de la autoridad militar competente.

SEGUNDA FASE
Ante los sucesos acaecidos en Madrid, la capitanía general de Valencia declarará el estado de excepción y se hará cargo del control de toda la región.

TERCERA FASE
La llegada de la autoridad militar al Congreso, el general Alfonso Armada, para postularse a la presidencia del gobierno con el respaldo de varios diputados, constituía la tercera fase del golpe.

Es en este momento cuando la intentona golpista fracasa. Armada comete el error de contarle a Tejero lo que tiene previsto hacer, olvidando que no coincide con lo que dos días antes él mismo le había relatado.

Tejero se siente engañado e indignado llama a los oficiales más cercanos y les cuenta lo que pretende Armada, expulsándole a continuación del Congreso a la vez que le increpa con un “para esto no hemos venido aquí”.

El gobierno de Salvación Nacional que Armada muestra a Tejero y provoca la indignación de este último fue el siguiente:

Presidente: General Alfonso Armada.
Vicepresidente para Asuntos Políticos: Felipe González (PSOE).
Vicepresidente para Asuntos Económicos: José María López de Letona (Banca).
Ministro de Asuntos Exteriores: José María de Areilza (Coalición Democrática).
Ministro de Defensa: Manuel Fraga (Alianza Popular).
Ministro de Justicia: Gregorio Peces-Barba (PSOE).
Ministro de Hacienda: Pío Cabanillas (UCD).
Ministro del Interior: General Manuel Saavedra.
Ministro de Obras Públicas: José Luis Álvarez (UCD).
Ministro de Educación y Ciencia: Miguel Herrero de Miñón (UCD).
Ministro de Trabajo: Jordi Solé Tura (PCE).
Ministro de Industria: Agustín Rodríguez Sahagún (UCD).
Ministro de Comercio: Carlos Ferrer Salat (CEOE).
Ministro de Cultura: Antonio Garrigues Walker (empresario).
Ministro de Economía: Ramón Tamames (PCE).
Ministro de Transportes y Telecomunicaciones: Javier Solana (PSOE).
Ministro de Autonomías y Regiones: General José Antonio Sáenz de Santamaría.
Ministro de Sanidad: Enrique Múgica (PSOE).
Ministro de Información: Luis María Ansón (agencia EFE).

Llegados a este punto, existen unos elementos que resulta interesante comentar:

1) ¿Cómo es posible que los golpistas pensasen que su acción podía resultar legal, con el único requisito de ser votada por los diputados, a pesar de haber estado previamente secuestrados?.

No tan sorprendente resulta que convencieran a determinados políticos, si se tiene en cuenta que la Mayoría procedían del franquismo o de una izquierda marxista, a los que unía su común desconfianza y desprecio hacia lo que significaba un régimen liberal y democrático. Era solo necesario mantener las formas. La intervención de Armada salvaba una situación extrema originada por el golpe de mano de un grupo de guardias civiles.

Visto el descontento existente en el Ejército, dicha acción podía actuar como un detonante en la Mayor parte de las Capitanías Generales. La legitimidad quedaba a salvo, en opinión de los golpistas, si Armada era votado por los representantes de la soberanía nacional.

Es decir, la toma del Congreso de los Diputados por Tejero tenía como objetivo justificar la iniciativa de Armada que es donde reside el golpe decisivo.

2) Cuando Armada se postula como Presidente, para salir del SAM creado por los golpistas, nadie se lo impide. La Zarzuela, en boca de Fernández Campo, ¡solo! le exige que la gestión la haga a título personal, como si en el ejército hubiera cosas oficiales que pueden hacerse a ese tenor.

Más grave aún si se tiene en cuenta lo sucedido horas antes con el célebre “ni está ni se le espera”. La reacción lógica cuando el 2º JEME empieza a zascandilear, hubiera sido por parte de Zarzuela propiciar su destitución inmediata.

En lugar de ello su jefe inmediato, el general Gabeiras, le despide cuando sale a “título personal” con un “a tus órdenes Presidente”, que realmente no necesita comentarios.

Este último lleva pocos meses en el puesto de JEME, había sido nombrado por el deseo expreso de Gutiérrez Mellado, saltando en el escalafón en perjuicio de otros generales mejor ubicados. Así, tanto a la cabeza del Ejército de Tierra como al frente del CESID están hombres de la absoluta confianza del vicepresidente del gobierno.

3) Cuando Tejero impide la consumación del golpe planificado desde el CESID, queda de manifiesto la absoluta confianza que los organizadores tenían en el éxito de la operación al carecer la misma de un plan alternativo.

Tejero fue engañado por el alcance de las informaciones que le proporciona García Carrés, que las infla y falsea para darle moral. Decide aguantar y ganar tiempo para que se materialice el apoyo militar que su amigo le asegura está en marcha.

4) Una vez asaltado el Congreso, los grupos operativos del CESID son enviados para obtener información sobre las carreteras de acceso a Madrid. Sobre las 20:00h, desde la dirección, Cortina transmite por radio a García Almenta que la División Acorazada iba a iniciar su movimiento hacia Madrid y que ordenara al capitán Guerrero, responsable de la vigilancia de las autopistas de Extremadura y la Coruña, que abandonara la misión que estaba realizando. Es decir, se retira la vigilancia cuando es más necesaria, aunque se deja vía libre para facilitar la sorpresa del despliegue.

5) La alerta máxima es decretada por la USAF desde el 19 de Febrero en la base de Torrejón. El día 23 por la mañana, el STRATEGIC AIR COMMAND, sistema de control aéreo norteamericano, anula al Control de Emisiones Radioeléctricas español y se mantiene a la espera.

Simultáneamente los pilotos y las tropas de las bases de utilización conjunta de Rota, Morón y Zaragoza se suman al estado de máxima alerta ordenado cuatro días antes para Torrejón. Mientras, varias unidades de la VI Flota se despliegan frente a las costas de Valencia.

Todo ello pone en evidencia el conocimiento de los acontecimientos por parte del gobierno de los EEUU, y que en todo caso el golpe no era una intentona de unos guardias civiles trasnochados, como se intentó transmitir para que calara en la opinión pública.

En realidad se trataba de una operación de Estado planificada desde el CESID, que utilizando a unos entusiastas e incautos guardias civiles, pretendió torcer el rumbo de la democracia que se había iniciado en España.

6) Los hijos del Rey tampoco acudieron al colegio el día 23 de Febrero.



Así como el éxito tiene muchos pretendientes, el fracaso no. Nada más ser expulsado Armada del Congreso de los Diputados, empiezan a funcionar las coartadas y los cortafuegos institucionales. El objetivo es aislar a Tejero y sus guardias civiles y evitar que afloren las complicidades y autorías intelectuales previas.

La primera vez que el Rey se pone en contacto con Milans del Bosch es a las 02:00 del día 24, para pedirle que retire el bando y los carros de combate de las calles, lo que hace el general inmediatamente. Si fuera verdad que desde el primer momento Palacio se puso a trabajar para desactivar el golpe, esa comunicación se habría establecido muchas horas antes. Sólo se efectúa después del fracaso de Armada. En la sede del Servicio de Inteligencia, a las 05:00 del día 24 de Febrero, la Dirección (Narciso Carreras, Javier Calderón y José Luis Cortina) es informada de que el 2º JEME, el general Alfonso Armada, era la cabeza del golpe de Estado.

A pesar de ello, Calderón y Cortina se afanan en proteger a este general. Todavía el día 25 y a pesar de llevar Armada más de 12 horas cesado de su puesto por orden del JEME y no pertenecer a la cadena jerárquica del CESID, estos dos agentes intentan hacer un lavado de su figura convocando reuniones de agentes por casi todas las dependencias del Centro.

Pocas horas después del asalto al Congreso, Calderón también es informado de la participación en el mismo de agentes a las órdenes de Cortina. En lugar de iniciar una investigación, Calderón pone en antecedentes a su jefe operativo, Cortina, y comienza el acoso a los cuatro agentes, tres oficiales y un suboficial, que dentro de la Agrupación Operativa han permanecido leales al gobierno legítimo.

Después del fracaso de la intentona, en la primera reunión que convoca Calderón para todos los jefes de área del CESID, en un determinado momento, el jefe del Centro de Comunicaciones, el teniente coronel Guitián, dice: “Tengo un telegrama, ¿qué hago con él?”. Léelo, le dice Calderón. Guitián con toda naturalidad leyó: “Jaime, ahora vas contra la Corona”. Calderón bruscamente le arranca el telegrama al tiempo que le dice “no tienes ninguna sensibilidad informativa”.

Dicho telegrama había sido enviado desde la Zarzuela e interceptado por el departamento que dirigía Guitián. Más tarde se mandaría otro telegrama desde Zarzuela con la frase: “Después de este mensaje ya no puedo volverme atrás”, que sería también interceptado. En los días siguientes el acoso a los agentes que han destapado la participación del CESID en el golpe de Estado se hace intensa. Se utiliza algo tan viejo como el palo y la zanahoria para que desistan de su actitud y dejen de reclamar que se abra una información interna. El tira y afloja durará hasta que uno de ellos rechace la jefatura de operaciones que le ofrece Calderón a cambio de mantener silencio.

Informado Narciso Carreras, este se verá obligado a ordenar la apertura de una información de carácter no judicial el día 30 de Marzo, con más de un mes de retraso, pues estaba obligado a haberlo hecho el 24 de Febrero que es cuando tuvo la información pertinente.

Se conocerá como “Informe Jáudenes”, por el apellido del teniente coronel de Artillería que lo instruyó, Juan Jáudenes Jordana. En él declararon los agentes que habían denunciado los hechos y los que habían participado en la intentona.

Con el tiempo solo se conocerían las conclusiones del instructor, pues las declaraciones firmadas por cada uno de los declarantes fueron destruidas. Si el informe llegó al juez del juicio de Campamento, no fue incorporado a la causa ni facilitado a las defensas. Ello significa que dicho juicio sería nulo, pues se privó a los acusados de elementos esenciales para su defensa conocidos por el juez y el fiscal. Si el informe no llegó al juez instructor de la causa de Campamento, los responsables del CESID ocultaron pruebas vitales para el esclarecimiento de responsabilidades en el golpe de Estado.

El día 17 de Marzo, el ministro de Defensa, Alberto Oliart, aseguraba en el Congreso de los Diputados que los servicios de información no habían tenido nada que ver en los lamentables sucesos del 23-F. Esto evidenciaba que el ministro o era un necio o estaba engañando a la Cámara. A partir de ese momento quedaba claro que el gobierno protegía a los golpistas, y que los apestados eran los cuatro agentes que habían tratado de erradicar el golpismo en el servicio de Inteligencia. Sobre ellos se recrudecerían las presiones y amenazas, unidas a la recomendación amigable de abandonar el Centro y no colaborar así “a la división del Ejército”.

En los primeros días de Mayo se produce la declaración de Tejero que implica a Cortina en el golpe. Esta circunstancia fue la que motivó su procesamiento.

Cortina me respondió que el mando era bicéfalo y que la cabeza de águila más gorda era la de Armada. Eso me sorprendió y me produjo resquemor el excesivo monarquismo de este general. Cortina me anunció que tenía que reunirme con Armada y me dijo que todo tenía que hacerse en nombre de la democracia y del Rey porque, siendo así, en el extranjero, fundamentalmente en la Santa Sede y en Estados Unidos, lo verían bien.”
ANTONIO TEJERO

Para sustituirlo en la Agrupación Operativa, se nombra al comandante Juan Ortuño, hombre de confianza de Calderón y que también había participado en GODSA, con la misión de borrar todos los rastros que pudieran haber quedado.

El cortafuegos más importante fue el montado alrededor del juicio de Campamento. La instrucción del juicio tenía instrucciones estrictas de no inculpar a nadie más de los inicialmente procesados. Lo que evidencia un claro deseo gubernamental de no llegar judicialmente al fondo del asunto.

El nuevo Presidente, Leopoldo Calvo Sotelo, solo le diría al nuevo director del CESID, Emilio Alonso Manglano, que “si se prepara otro golpe, avisadme 24 horas antes”.

Las defensas acudieron al argumento de la obediencia debida para exculpar a sus defendidos, argumento rebatido por el fiscal con la nueva legislación. Es decir, el argumento que había servido para movilizar a varios oficiales en el golpe serviría para condenarlos y así poder salvar el papel del Rey. Se entiende que solo de cara a la opinión pública puesto que, sean cuales sean los actos del monarca, este no es responsable judicial de los mismos al estar blindado por la Constitución.

El fiscal durante el juicio somete a un duro interrogatorio a Cortina, que queda acorralado. Durante el descanso para almorzar, Cortina sale rápidamente hacia el teléfono y una vez que logra comunicar, le dice a su interlocutor “como siga este tío así, saco a relucir lo de Carrero”. Al reanudarse la sesión, el fiscal cambia totalmente su actitud y deja que el comandante salga airoso. Ese cambio en el interrogatorio es comprobable en las actas. Cuando se produce el atentado contra el almirante, Cortina estaba destinado en los servicios de Inteligencia del Alto Estado Mayor. El Consejo de Guerra le absolvió de todos los cargos.

Cuando se produce el atentado contra el almirante, Cortina estaba destinado en los servicios de Inteligencia del Alto Estado Mayor. El Consejo de Guerra le absolvió de todos los cargos. Las sentencias fueron muy benévolas. El gobierno las recurrió y posteriormente serían incrementadas apreciablemente.

Cuando en 1996 gana el PP las elecciones. Aznar tiene que quitar de su lista de gobierno y a instancias del Rey a Rafael Arias Salgado, para poner en su lugar como ministro de Defensa a Eduardo Serra. Pero lo más sorprendente está aún por llegar pues se nombra a Javier Calderón, ya retirado, para dirigir el CESID y a José Luis Cortina como asesor en el Palacio de la Moncloa.

El flamante gobierno pone así la seguridad nacional en manos de los que en 1981 planearon y coordinaron todo. Aparte de lo que tenía de obscena la medida, estos dos militares no demostraron en 1981 una gran capacidad operativa u organizativa que recomendara su repesca 15 años después, más bien parecía un pago por los servicios prestados.

En el transcurso de los años, los oficiales que hemos mencionado y que de una manera u otra participaron en la puesta en ejecución de la “operación De Gaulle”, alcanzaron los rangos siguientes:

José Faura, general de Ejército (JEME).
Javier Calderón, teniente general.
Juan Ortuño, teniente general.
Jesús María Peñaranda, general de división.
Francisco García Almenta, general de brigada.
Ramón Tostón, general de brigada.

Hay que señalar que la promoción XIV, a la que pertenecen el Rey y José Luis Cortina, cuando fue clasificada para el ascenso a general, estaba al frente del mando de Personal del Ejército su amigo Javier Calderón. La lista de los seleccionados estaba encabezada por José Luis Cortina. El ministro Narcís Serra lo tachó de su propia mano. De no haber sido por eso, Cortina hubiera formado parte de la lista de ascensos anterior.

Por su parte, Alberto Oliart también sería repescado en el año 2009, ya octogenario, para dirigir Televisión Española. Si bien esta vez la iniciativa correspondió al gobiernosocialista” dirigido por Rodríguez Zapatero.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.