16 may 2017

Miguel Brieva: "Las élites no tienen ningún proyecto. Qué proyecto van a tener, si vamos hacia el colapso."

Lorena G. Maldonado entrevista a Miguel Brieva

Lleva zapatos de montañero, como para ir avanzando en un Madrid salvaje que se hace el civilizado, como para sobreponerse a las realidades escarpadas que no asume: el capitalismo, el patriarcado, la tecnología, el planeta yéndose al carajo. Vienen nubes negras. Miguel Brieva (Sevilla, 1974) se dedica a dibujar el apocalipsis temprano. Está llamando a la puerta desde hace rato y no le abrimos.

Muerde la galleta que viene con el café y va deshaciendo automatismos como quien deshoja margaritas: ¿por qué hay que aceptar la idea de tener un presidente? ¿Por qué las jerarquías, por qué los coches, por qué los móviles? ¿Quién manda aquí? ¿Tenemos algún plan? Lo impugna todo y rebota en sí mismo. No va a tolerar que le llamen “amargado” sólo porque habla de lo que incomoda. Prefiere decir que es capaz de mirar. Cuenta que la Tierra está agonizando en lentísimo cáncer y, ahora que lo sabe, ya no puede quedarse en la fiesta, en la ficción colectiva. No va a romper la piñata. Le suena el dolor del mundo en los oídos.

En La gran aventura humana (Reservoir Books) ilustra y escribe -agudísimo y oscuro- sobre esta tormenta perfecta. El ser humano y la decadencia: una historia de amor. ¿Alguna bomba de oxígeno? Oigan, sí: la mujer, la imaginación, el regreso a la naturaleza.


¿Contra qué puede la imaginación?

La imaginación es el resorte fundacional del ser humano. La capacidad de crear mundo. Puede construir el mundo y en este caso puede salvarnos de la destrucción, por eso yo apelo en la última parte del libro a la imaginación, a la creatividad como rasgo fundacional de nuestra especie y como única salida. En el sentido de: sólo lo que imaginamos es posible. Si no imaginamos algo antes, no podrá llegar a ser posible. La tesis de este libro es, una vez que hemos mirado el pasado y sabemos de dónde venimos, y una vez vemos que el presente sólo nos lleva a un futuro unívoco que es la destrucción… ¿cómo podemos hacer…?

Qué alegre.

¡Bueno! Yo creo que la publicidad ha reducido un poco nuestro campo de visión. Y entonces cualquier cosa que parezca que es tenebrosa, como la palabra ‘destrucción’, nos asusta, pero ¡es que vivimos encima de la destrucción! Echa la vista atrás al siglo XX. Estamos hablando de cientos de miles de seres humanos masacrados en guerras, con bombas atómicas, en un sistema que está destruyendo el ecosistema en el que el ser humano se ha desarrollado a lo largo de millones de años, un sistema que está depredando todos los recursos del planeta, que condena a la pobreza más absoluta a 4.000 millones de personas en el mundo… quiero decir, la destrucción es nuestro día a día. Luego es verdad que estamos con el móvil, vivimos en el primer mundo, estamos todo el día con la publicidad, el fútbol, tías buenas, tíos buenos, y todo eso genera un marco, un imaginario que no es real.

Otro tipo de imaginación, ¿no?

Justo. Hablábamos de la imaginación, pero es precisamente por un imaginario prefabricado que es el que viene de la, digamos, sociedad del espectáculo, podemos llegar a decir ‘¿pero de qué me está hablando este amargao?’.

No he dicho eso.

Ya (ríe). Pero eso lo encadeno con una cosa. Hice un encuentro con chavales de instituto en un pueblo de Sevilla y una chavala me dijo: “Pero es que usté e un amargao. Pero es que usté...”. Y claro, digo, bueno, sí, soy un amargado o simplemente estoy viendo. Esta misma chica me dijo que ella prefería literalmente vivir en una apariencia de felicidad y no saber, y no conocer la realidad. Y en el fondo eso es lo que nos está diciendo la sociedad.
O hablando del cambio climático, que es un tema que me preocupa mucho y del que tengo bastante información. Les dije a los chavales ‘pues esto no es una cosa que le va a suceder a vuestros tataranietos; lo vamos a vivir nosotros en 10-20 años”. Y una chica de 15 años me dijo: ‘¡bua, 20 años! Anda que no queda pa eso’.

Y tenía 15.

¡Sí! Pero al final es la misma visión que tenemos como sociedad.

El presentismo.

Exacto, ese presente eterno del capitalismo. Ahí vivimos nosotros, en esa rueda.

Y cómo se le explica a la gente que necesitamos un gobernante, un presidente, con más imaginación y menos administración. Más creatividad y menos visión económica.

Para empezar… ¡presidente del gobierno! No, empezamos mal (risas). ¿Ves? Hay muchos resortes que tenemos automatizados. Tú me haces esa pregunta con intención de neutralidad, aunque dirigida a activar algo bueno, tal… pero en el fondo estás asumiendo que vivimos en una megaestructura, que va a haber un presidente, que va a haber una jerarquía…

Obviamente, ¿no?

A día de hoy eso existe, pero si yo me pongo a tener una visión sobre el mundo en el que me gustaría vivir, desde luego no sería un mundo en el que hubiera presidentes. Deberíamos aspirar a eso.

Igual podríamos empezar eligiendo un presidente que represente esas buenas intenciones. Cambiar lo que tenemos cerca, sugiero.

Pensándolo así… a día de hoy, es muy sencillo. Hay una serie de partidos que se equiparan a lo que es el bipartidismo a escala mundial, que básicamente son dos caras de lo mismo, un continuismo de este paradigma que nos conduce al colapso, y luego, milagrosamente, a raíz del 15-M, que fue una especie de epifanía popular… pues ha emergido un partido, que es Podemos, con sus correspondencias locales, ayuntamientos y tal, que de repente puede considerar que otro paradigma es posible, y ya vemos el rechazo y la agresividad con los que todo el arco mediático, que es unidireccional, arremete. Y la gente atenazada por el miedo a algo distinto… ‘bueno, aquí vamos al colapso, pero a ver si estos lo van a hacer todavía peor’. Oye, no sé, no sé si es fácil hacerlo peor.

Esto es lo peor que ha hecho la humanidad nunca. Casi cualquier cosa sería mejor. Como decía Walter Benjamin, “lo revolucionario no es cómo dirigirnos a ningún lado, lo revolucionario es pisar el freno de mano”, ¿sabes? En este mundo de hipercrecimiento, hiperdesarrollismo. Y él lo decía hace casi un siglo. Frenar, que es lo mismo que dicen los ecologistas. Fíjate que Podemos ni ninguna de sus variantes locales está llegando a ser tan ambicioso. Apenas está diciendo “vamos a no robar”, pero aún así a la gente le parece súper aterrador, ‘joder, ¡unos tíos que dicen que no van a robar! ¡Van a acabar con el mundo!’.

Hablemos de la portada del libro. Aparece el mono haciendo fuego, el adolescente enganchado a la máquina y una suerte de semidiosa en un acantilado. Aparte de hablar de que venimos de una naturaleza salvaje, la tecnología nos corrompe y la salida es regresar a esa naturaleza pero con más sabiduría, ¿se refiere también a que el futuro es femenino?

Sí. Si hay futuro, es feminista. La primera ‘miembra’ metafórica de nuestra especie es una mujer y la última también es una mujer, así lo reflejo en el libro. Tampoco me quiero meter en berenjenales de estos, porque yo soy un poco radical…





















¿Radical en qué sentido?

Porque me considero muy feminista y soy muy crítico con los hombres, incluyéndome yo dentro.

¿Hombres heterosexuales u hombres en general?

Con el concepto de ‘hombre’. Esa idea empieza a cuajar allá por el neolítico cuando se abandonan las visiones de lo sagrado más arcaicas que estaban vinculadas con la naturaleza y eran claramente femeninas. A partir de ahí empieza una fantasía delirante que es como que el ser humano va a superar a la naturaleza, y en la Revolución Industrial toma su elemento visible más claro: joder si podemos tirar una montaña con dinamita y podemos hacer un canal y podemos tal es que somos dioses. La Biblia anteriormente ya lo dijo, y la Biblia es claramente patriarcal, es fruto de ese momento de inflexión del que pasamos de la madre naturaleza a los héroes, y los héroes ya son varones, y de ahí salen las religiones monoteístas, hombres referentes y patriarcado.

Si hay un futuro, no va a venir del hombre blanco de mediana edad, sin hijos que no se ocupa de nada más que de su propio beneficio y de sacar su proyecto adelante, que es un poco el paradigma del humano actual. Va a venir más, y yo lo hablo en el libro, del modelo de una abuela: una persona consciente de sus debilidades y de las de todos, cuidadora, que siempre va a ponderar la cooperación frente a la competencia, etc. Si hay futuro va a ser en base a esos principios, no los de ahora, que son imposibles.

¿Aquí en España también podrá ser ese futuro feminista? ¿Por qué da tanto miedo la palabra ‘feminismo’?

Bueno, esto es global. Es obvio que los hombres tenemos una serie de privilegios que se remontan a más de 6.000, 7.000 años, y que evidentemente, la mitad de la población privilegiada, que son los hombres, bueno, es muy difícil que renuncien al privilegio que tienen sobre las mujeres. Tanto como que los occidentales de primer mundo renuncien a los privilegios que tienen en favor del resto de la población mundial.

Peor aún, porque hay muchas mujeres que son aliadas del machismo. Les da miedo llamarse ‘feministas’.

Bueno, pero tú sabes que los medios de masas son capaces de denostar y de ir cargando de elementos negativos cualquier término. Por ejemplo, no me extraña que el término “ecologista” acabe también cargándose, cuando es una cosa de decir ‘pero bueno, ¿a quién le puede parecer mal que haya gente que se preocupe de que nuestro entorno no colapse?’.

No es sólo que den miedo los conceptos, es que da la sensación de que todo está bien. Desde el punto de vista ecológico y desde el de género.

Claro, es que aquí hay un tema que estudiar… las mujeres emancipadas gracias, también, al capitalismo. La liberación de la mujer y esa ruptura antropológica que se ha hecho es gracias al capitalismo. El capitalismo es tan bestia que es capaz de deshacer nodos antropológicos muy fuertes, y en este caso para bien, en la mayoría de los casos para mal.

¿En qué sentido lo dice?

El capitalismo es una lógica a la que le da igual tu religión, le da igual tu costumbre. El capitalismo te dice “la fábrica abre a las ocho”, y un hombre le contesta “ya, pero es que en este pueblo hacemos un rito a esa hora en homenaje al dios del río...”, yo qué sé, y el capitalismo contesta “no, no. La fábrica se abre a las ocho”. Esa lógica. “No, mira, tengo que salir a las dos porque tengo que recoger a mi hijo de la guardería”. Y el capitalismo te dice: “No, ¿qué me cuentas? Paga a alguien para que lo cuide”. Y esa misma lógica, en cuanto a necesidad de mano de obra, dice “¿cómo que las mujeres no trabajan fuera de casa?”, “no, no, las mujeres que trabajen también, así aumentamos la producción”.

Iván Illich, que es uno de los pensadores más relevantes del siglo XX, súper desconocido a nivel mayoritario y una de las mentes más lúcidas, tiene un estudio sobre el género que creo que levantaría ampollas a muchas de las feministas. No está hecho para justificar que los hombres manden ni mucho menos, pero mete el dedo en la llaga en muchas cosas como esta. Estamos de acuerdo en que tenemos que ser iguales, pero fíjate en que estamos siendo iguales en un modo que no es el mejor de los posibles. Como este rollo de “sí, ahora las mujeres son iguales” y básicamente lo que hacen es vestirse como tíos y ser como Angela Merkel, y vale. ¿Qué más me da que seas una tía, si al final tu mente es la de un hombre?

¿Es el presente demasiado cipotudo?

(Ríe) Cuñado, ¿no? A la máquina del capitalismo se le ha metido el chip de lo que es un ser humano -para ganar más dinero, para crecer sin parar- y el tipo de ser humano que le han introducido es: “Un hombre blanco, occidental, de 40 años, que no tiene hijos, y que lo que quiere es ganar mucho dinero”. Esto es lo cipotudo. El paradigma por el cual lo humano está registrado en el capitalismo es ése. Oye, pero ¿y los señores mayores, y las señoras mayores? Eso no existe. ¿Y los niños, y las niñas? ¿Y las mujeres? No. A ese hombre blanco de edad media es al que se dirige todo, por eso el mundo está gobernado por esos hombres. Y la realidad es todavía más siniestra, porque está gobernado por viejos. Por tíos chungos, terminales y patéticos como Rajoy, Trump, Putin, Berlusconi, el presidente de Iberdrola, de Repsol, toda esta gentuza. Lo peor de la especie humana.


¿El sistema les desechará por ser viejos, en algún momento?

Nah, están arriba de su pirámide. Ni siquiera mandan realmente…

¿Quién manda?

Nadie. No manda nadie. Es un piloto automático. Su marco de actuación tiene mucha más relevancia que el que podamos tener tú o yo, pero estas élites en realidad no tienen ningún proyecto. Qué proyecto van a tener, si vamos hacia el colapso. Sólo están preocupados por tener sus pequeños feudos de poder y por jugar a sus pequeños juegos masculinos cipotudos de a ver quién la tiene más grande. Está ahí en gente como Putin y Donald Trump, se ve manera grotesca: son machirulos, infraseres.

¿Rajoy también triunfa en España porque no va diciendo ‘yo soy el que la tiene más grande’?

Bueno, Rajoy triunfa porque es como un funcionario, y en España hay mucha costumbre de servidumbre. España nunca ha roto ese hilo histórico de servidumbre. Es un país de siervos. Hubo un breve lapso de tiempo, que fue la Segunda República, en el que no fue así, parecía que las directrices de la nación iban hacia otro lado, pero rápidamente eso acabó en el golpe de Franco y la guerra civil. Realmente seguimos ahí. Somos un derivado del franquismo que a su vez es un derivado de todo el servilismo. Y Rajoy… es un burócrata, un mandao. Con esa actitud de no hacer nada… en realidad es el presidente perfecto para este país. Es difícil encontrar un personaje más gris e indeterminado que Rajoy, pero yo cada vez que ha llegado un nuevo presidente a España no me lo creía: “No, hombre, Aznar no puede llegar nunca a ser presidente...”. “No, Zapatero no...”. Y Rajoy… da igual, te juro que ponen un sello de las administraciones ahí encima en su puesto y no se nota.

¿Para qué ha servido la indignación?

El 15-M me parece el hito histórico más importante desde la Transición, o incluso de antes, por lo que tiene de ruptura generacional y conceptual con el orden anterior. “Oye, que el Rey está desnudo”. Alguien lo ha dicho ya. Y sí, en el 15-M, más que un pensamiento construido, había una indignación colectiva. Y la indignación sólo tiene sentido cuando te lleva a una acción constructiva. Como desahogo no aporta mucho, sobre todo cuando la dignidad a día de hoy es muy cara y difícil de encontrar. No basta con querer hacer las cosas bien, porque toda tu ropa está fabricada por esclavos en China, y ese largo etcétera. No basta con creer que uno “vota a los buenos” o no vota al PP, es que hay que hacer autocrítica. Más que ¡indignaos!, ¡dignaos! Cargaos de dignidad. Y cargarse de dignidad es querer actuar conforme a los principios que dices defender. Sólo en esa tesitura considero que una persona se acerca a la dignidad.

En el 15-M esa indignación se canjeó en forma de partido político, así que la pregunta ahora sería: ¿para qué ha servido Pablo Iglesias?

Pf… es que yo no me metería en los personalismos, no me interesa mucho, ni Íñigo Errejón. Para tomarte una caña, vale, pero no me interesan los líderes. En Podemos me consta que hay gente muy buena, con muy buenas intenciones y trabajando muy duro, pero sin embargo todo el eje mediático se centra en las peleas en la cúspide que a mí particularmente me parecen anecdóticas y no aportan nada. Pero yo sí le echaría en cara a Podemos que, teniendo en cuenta que el cambio que tenemos que afrontar es de tal calado, sigue siendo muy conservador.

¿Cree en una revolución?

No, yo creo en una evolución.

Ya, pero habla de que la única salida, lo único que merece la pena, está en los márgenes. Entonces me pregunto si en realidad no crees que votando pueda conseguirse nada, por los cauces formales establecidos.

Votando no vamos a conseguir ningún cambio, te lo digo ya. Tenemos que cambiar nosotros. Deja de usar el móvil, deja de usar el coche, deja de consumir en esta medida. ¿Qué te hace feliz? ¿El amor, la creatividad, la lectura? Céntrate en eso. Eso no consume petróleo, no hace falta gastarse dinero. Te puedes salir del sistema, o puedes sacar muchas de tus actividades cotidianas del sistema.

Decía Javier Egea en un poema “ternura es patrimonio de los rojos”. ¿Y cultura?

Sí, en cierto modo sí. “Rojos”, a mí tampoco me gusta hablar en esos términos. Yo divido la Historia más entre la gente que construye un mundo en base al miedo y la gente que lo construye en base a la esperanza. Y en ese sentido es patrimonio de la izquierda construir el mundo en base a la esperanza. Y la derecha, en base al miedo. Da mucho más fruto el de la izquierda, claro, porque el miedo no da ningún fruto, es un sistema de control, es una jaula en la que uno se repliega. Es verdad que el legado histórico de gente en el mundo de la cultura vinculada a la derecha es bastante inexistente y son mayoría de izquierdas.

¿La cultura está sabiendo ser un contrapeso al establishment, está significando algoo se está convirtiendo en un adorno?

Bueno, la cultura a día de hoy está muy desconectada de la sociedad. “Cultura”… yo por eso prefiero ir a términos más genéricos, como la “imaginación”. Yo sí que diría que hay mucha gente que está trabajando en el campo de lo imaginario pero que lamentablemente están trabajando en la dirección contraria. Hay cantidad de gente hipercreativa, yo tengo muchos amigos así pero como tienen que vivir trabajan en publicidad, o en la tele, o en los medios propagando cosas que no son muy saludables. Y eso es una pena, porque es como una fuga de cerebros permanente. Tenemos gente que podría estar iluminándonos pero nos está diciendo “compra, compra, compra”. Tenemos un secuestro de la imaginación y de la ciencia, que son nuestras dos facultades más importantes. Más que la industria de la cultura, que daría para mucha discusión sobre qué es exactamente, la gente que trabaja con imaginarios debería asumir su responsabilidad histórica.

Hay una viñeta de “vota inútil”, refiriéndote al bipartidismo. Y llevan en las manos billetes, un muslo de mujer desnudo, una cruz de cristo, un balón de fútbol… ¿no es eso lo que quiere la gente, no es ése el opio del pueblo? ¿Cómo luchar contra eso?

¡Eso es como lo de la tele! Cuando dicen “la peña ve mierda en la tele… eso es lo que querrán, nadie les pone una pistola en la cabeza”. Pero es que hay otras maneras de obligar a la gente que no son poner una pistola en la cabeza. Creo que cualquier persona un poco inteligente sabe que hay muchas maneras de coacción mucho más profundas. Simplemente la educación. Eso va construyendo tu imaginario. Y al final lo que tú imaginas, es lo que eres. Lo que tú ves, es lo que quieres. Tu deseo… todo eso se modula. No creo que la gente quiera eso, pero la gente se ha acostumbrado y ha sido preconfigurada para pensar que eso es lo único que hay. ¡Y si esto es lo único que hay, esto es lo único que quiero!

Hablando de la cruz, ¿qué hacemos con España, es mejor que sea laica o católica?

Católica no, por favor. El catolicismo es la madre del cordero del capitalismo. La Iglesia Católica es terrible. El cristianismo todavía tiene un pase… de hecho, vivimos en un mundo muy loco, porque el capitalismo lo ha desacralizado todo, y necesitamos sacralizar nuevamente, pero no desde las empresas del espíritu, que son las religiones. Sino sacralizar desde el interior de nosotros. Necesitamos un nuevo salto de conciencia o de espiritualidad, pero algo serio, que no pase ni por los gestores de lo espiritual pero tampoco por el rollo new age de picoteo, ahora yoga, ahora reiki… que es absolutamente superficial. Se trata más de hacer un análisis profundo de lo que somos.

Tampoco quiere una España laica.

Claro. Pero primero, ‘España’, qué es España. Yo soy de Andalucía, y me gusta el gazpacho, me gusta el flamenco… y Andalucía, ¿qué es, Susana Díaz? ¡Qué horror, no! Yo creo en las costumbres, en la identidad, en las tradiciones, que es lo único bueno que va dejando la Humanidad detrás de sí; en la música, los relatos, la gastronomía…

¿Y las banderas?

Obviamente no. Es que eso no es nada, es la manipulación.

Forma parte de una tradición.

Sí, sí, pero ¿quién esgrime las banderas? Los ejércitos. No tiene que ver con lo popular. Nadie te dice ‘el gazpacho lo inventé yo’ o ‘el flamenco lo inventé yo’, y ‘como no escuches flamenco, o como no comas gazpacho, no eres de los nuestros...’. No. Pero las banderas, ojito: en cuanto las cosas se ponen feas, o te pones la banderita o te pegan un tiro. Esta idea de la patria es muy tétrica. Yo hablo de poblaciones y culturas compartidas. Y por un lado me siento identificado con la española, y dentro de España la que más me toca, la andaluza.


Fuente: http://www.elespanol.com/cultura/20170512/215479010_0.html

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