En los últimos años, se está acelerando el proceso de acumulación de
capital por parte de las élites. Una prueba incontestable de esto, es
que las veinte personas que más capital acumulan en el Estado español,
tienen en sus manos la misma riqueza que los catorce millones de
personas más pobres. Citado por The New York Times en 2006, Warren
Buffet (según Forbes, la tercera fortuna del mundo) dijo: “Hay lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la de los ricos, la que está haciendo la guerra, y estamos ganando”. Es evidente que la están ganando.
La mayor parte de la población, percibe que el Estado es -o debería
ser- el garante de que esta lucha de clases no se acelere,
redistribuyendo la riqueza a través de impuestos, impidiendo que haya
prácticas oligopólicas, legislando para que haya una serie de derechos
laborales, sociales y civiles, que hagan que sea posible el “Estado del
bienestar”. Una idea tan arraigada o más que la anterior, es la visión
de la economía. El crecimiento económico, la productividad, el “ser
competitivos en el mercado”, es lo que genera riqueza, y por lo tanto,
progreso y bienestar para la sociedad en su conjunto. El discurso que
monopoliza los medios de comunicación, defiende esta propuesta a través
de políticos, periodistas, economistas, abogados y diferentes
profesionales de la tertulia que hacen de altavoz de esta versión.
Si analizamos el resultado de los “Estados del bienestar” y el
productivismo-crecimiento, el resultado lo tenemos ya delante de
nuestras narices. Los servicios públicos son controlados por las élites
utilizando el Estado como garante de sus privilegios: privatizaciones en
favor de empresas amigas, favores políticos a cambio de las famosas
“puertas giratorias” con los consejos de administración de grandes
empresas, sobornos, corrupción, nepotismo, impunidad… el sistema
educativo diseñado al servicio del sistema capitalista, que nos enseña a
ser buenos siervos, culto al trabajo asalariado, fábrica de
emprendedores, nos dicta unas normas éticas y morales adaptadas al
sistema, a la productividad, a asumir nuestra condición de esclavos. Un
sistema sanitario diseñado para cronificar las enfermedades, al servicio
de las grandes empresas farmacéuticas, y un entramado público, pagado
por el pueblo, sometido a la gestión ineficaz intencionada para
posteriormente justificar el regalárselo a empresas privadas del sector,
que ven engordar sus beneficios a costa de nuestros impuestos. El
sistema judicial hecho a medida de los que pueden pagarse buenos
abogados y los costes judiciales para poder recurrir. Unas leyes a la
medida del gran capital, las cárceles, pobladas en su mayoría por
personas pobres es un reflejo de ello. (Otro día hablamos de los CIEs:
cárceles en las que te ingresan por ser extranjero).
El crecimiento económico como fuente del bienestar es otro dogma
impuesto, que nos condena en primer lugar al endeudamiento, que se
convierte en el comienzo de la esclavitud, con la obligación de la
devolución de la deuda más los intereses correspondientes, y en segundo
lugar, al agotamiento de los recursos naturales que ya tenemos encima y
la contaminación consiguiente. Es imposible seguir creciendo de forma
continuada, se acabó, no es solamente una cuestión defendida
tradicionalmente por los movimientos ecologistas, la comunidad
científica, los físicos, nos están diciendo que la “fiesta” del consumo y
el crecimiento se acabará por el agotamiento de los recursos en los
próximos años, de hecho ya existen problemas de suministro de recursos
en multitud de lugares del planeta.
Conviene no olvidar, que nuestro modo de vida recae sobre las
espaldas de los habitantes de los países del Sur. Para hacernos a la
idea, el Estado español consume 3,5 veces los recursos que es capaz de
producir. Para traducirlo materialmente, el smartphone que llevamos en
el bolsillo no cuesta lo que pagamos por él, si los habitantes de los
países donde se encuentran los recursos necesarios, y los de su
fabricación tuvieran las mismas condiciones de vida que un europeo,
deberíamos de pagar cerca de 3000 euros. La ropa por la que pagamos 20
euros en las tiendas propiedad de millonarios, son fabricadas en
condiciones de esclavitud en Asia o en un barco lleno de personas
brasileñas en aguas internacionales para saltarse cualquier derecho y no
tributar, por tanto, el crecimiento económico, además de ser ya
inviable físicamente por falta de recursos, es una inmoralidad que se
basa en la esclavitud de una buena parte de la población mundial. Una
vaca europea recibe una subvención de 2 euros al día, más de lo que
ingresan 2.700 millones de personas en el mundo, para que podamos seguir
comiendo carne y lácteos al precio que lo hacemos.
Podría seguir diseccionando nuestro “ejemplar sistema civilizado”,
pienso que bien podría dar para un libro de muchas páginas, pero creo
que nos sobran argumentos para decir que este sistema no es justo, no es
funcional, y atenta contra la vida de los seres vivos y del planeta, en
favor de una minoría privilegiada, y los Estados se encargan de
garantizar todo este menú.
La alternativa que nos presentan algunos partidos políticos a este
sistema, es una reforma redistributiva del capitalismo. Es decir, no
modificar las relaciones de poder, disminuir la tasa de beneficio de los
ricos en favor de los que menos tienen en sus respectivos países, pero
en verdad, dentro de la senda productivista y de crecimiento económico,
es decir, seguir ahondando en los graves y más importantes problemas que
se nos vienen encima, además de los que ya arrastramos. Bien harían en
proponer otros caminos, pero jugando a conquistar el Estado, prima la
lógica del poder sobre la pedagógica, nada podemos esperar pues de esta
tela de araña llamada Estado, que todo lo que se acerca a ella acaba
atrapado en sus redes.
A estas alturas muchas personas pensarán ¿Qué alternativa nos queda?
Está claro que la sociedad que el Estado/capitalismo nos deja en su
fase de corrosión terminal, es un verdadero caos para la mayor parte de
la población mundial, el desmantelamiento de los Estados como los hemos
conocido, la pérdida de las soberanías nacionales en favor de los
poderes financieros es ya una realidad, cada vez que escucho a Rajoy
diciendo -hablando de Catalunya- que “la soberanía nacional nadie la va a
romper” me acuerdo del artículo 135 del panfleto constitucional, que
asegura el pago de la deuda privada convertida en pública, mediante los
rescates a los bancos… de Merkel, de Rothschild, de Bilderberg y de
todos los poderes fácticos que gobiernan el Estado español, Europa y
prácticamente todo el Mundo…
Ante este caos evidente en el que nos encontramos, me gustaría
señalar la que me parece la apuesta más acertada en la encrucijada en la
que nos encontramos, es sin duda, la autogestión, la expropiación de
los medios de producción para producir lo necesario, la ocupación de
tierras en desuso, o en manos de grandes propietarios, la socialización
de los bienes y de los recursos a nuestra disposición, todo desde la
perspectiva del decrecimiento, la igualdad de género en todos los
ámbitos de la vida, descomplejizar y destecnologizar nuestras vidas, la
sencillez voluntaria, trabajar lo necesario para poder vivir, tener
mucho tiempo libre para poder recrearnos, leer, relacionarnos,
organizarnos políticamente al margen de las instituciones alejadas de la
democracia directa, no delegar en líderes ni representantes,
necesitamos tomar las riendas de nuestras vidas para poder ser una
sociedad lo más justa e igualitaria posible. Las Cooperativas
Integrales, las ocupaciones de tierras y su socialización, la
desobediencia civil, la insumisión fiscal y judicial de un sistema
perverso, cerrar tu cuenta en la banca privada, hay alternativas como
Fiare o Coop57, desconectar en la medida de lo posible del sistema
monetario, hay monedas locales, éticas, o criptomonedas como Faircoin
que fomenta el bien común. (Un inciso ¿sabes cómo funciona el sistema
monetario? De cada euro que ingresas en el banco, este dispone
automáticamente de 12 euros para conceder préstamos y practicar la
usura, es un dinero que no existe, nunca existió, es la base del
crecimiento económico, y la esclavitud, la deuda).
Necesitamos tener una visión poscapitalista, intenta buscar la
autosuficiencia energética y de recursos, si no es posible, siempre
puedes cambiar tu compañía privada de luz por una cooperativa de
consumidores, ya hay varias en el Estado español como Goiener o Som
Energia. Aplicar el P2P de compartir archivos en Internet, para el resto
de ámbitos de la vida, crear redes para compartir recursos,
conocimientos, energía, cultura, intercambio, bancos de tiempo… todo de
forma descentralizada.
No hay una respuesta acertada global para todos los problemas que
como sociedad tenemos que afrontar, pero hay una cosa fundamental:
informarse de las alternativas existentes (algunas las he citado),
ponerlas en práctica en la medida de lo posible, aunque sea
gradualmente. Y sobre todo, mucha pedagogía, hace falta concienciación,
es necesario hacer una labor incansable de divulgación y pedagogía sobre
el sistema actual y las alternativas posibles. En ello estamos, y
espero que este artículo haya puesto su granito de arena para la causa.
Alex Corrons para laRepública.es
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