26 oct 2014

Cambiemos la hora, para que nada cambie

Si algún sentido tiene mantener el sistema de cambio de horario, es la de recogerse pronto en casa y caer en el ocio alienado de los medios tecnológicos a nuestro alcance. Mantener viva la condición de esclavo, trabajo-casa(trabajo)-trabajo, y resguardar un hilo de esperanza para no desfallecer, sabiendo que los atardeceres largos volverán y llegarán las dichosas vacaciones, todo con el único fin de que cumplamos con nuestra cuota de esclavitud productiva a lo largo de nuestra vida.

Antes de nacer, ya hemos consumido todos nuestros preparativos para llegar a la vida, los enseres y vestidos. Para cuando tenemos una edad productiva, ya hemos visualizado cientos de miles de anuncios, propagandas, y ya somos parte de la sociedad del consumo. La necesidad creada de consumir, nos obliga a ganar más, trabajar más, vender nuestra alma al diablo si hace falta. Consume-produce-consume, cuando esta derivada ya no es posible de mantener, la sociedad empieza a sentirse frustrada. La lógica del capitalismo nos está llevando a la autodestrucción física, porque ya no hay recursos para mantener el modelo, y psíquica, porque la alienación ya forma parte de esta “sociedad moderna y civilizada”.

Cambiemos la hora, para que nada cambie… o bien cambiemos la medición del tiempo y construyamos una sociedad nueva que nazca de las cenizas de todos los relojes, de todas esas tramas burocráticas alienantes, y destruyamos toda oposición a la toma de nuestra libertad y tomemos las riendas de nuestras propias vidas, sin líderes, sin jerarquías, sin trampas, con coraje y firme decisión de acabar con este inmenso teatro sin sentido. Paremos todo, parémoslo cuanto antes, o no se lo podremos contar a la siguiente generación. Ha llegado el momento, por eso necesitamos aumentar la masa crítica, necesaria para el cambio. Paciencia, constancia y buena letra, pero ¡venga!

Alex Corrons para laRepública.es

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