Publicado el 5 de diciembre de 1996 con el título original de Joyride to Collapse por Jim Minter. Traducción al Español por Carmen Berruezo.
Reflexiones sobre “Home from Nowhere”, de Kunstler.
Tengo una predicción para todos ustedes. Dentro de las próximas dos
décadas millones de estadounidenses emprenderán una ardua búsqueda de
alternativas para reemplazar los automóviles a gasolina. La tarea no va a
ser para nada placentera. Si consideran que privar a los dueños de
armas de su pasión por las mismas de por sí ya causa todo un alboroto,
imaginen tratar de convencer a la mayoría de nosotros para que moderemos
nuestra pasión por los automóviles. ¡Dios mío! Y sin embargo, la
mayoría está de acuerdo con que el asunto constituye un problema, al que
nos referimos vagamente con frases como: “hay demasiados automóviles
que obstaculizan y retardan el tránsito en las autopistas”. En otros
casos nuestra actitud se parece un poco a la de los rabiosos adhesivos
sobre armas de fuego que pegamos en nuestros parachoques: “Tendrás mi
auto cuando logres arrancarme las manos del volante”.
Nadie nos está diciendo que debemos dejar de usar los automóviles,
aunque existen evidencias científicas sólidas que indican que la mayoría
de nosotros seremos testigos vivientes de su completa desaparición.
Algunos idealistas creen que quizás deberíamos limitar un poco su uso,
pero ninguno de ellos se está postulando para algún puesto político en
este país. Tendrían mucha suerte si consiguen el voto de sus familiares,
ya que ni siquiera queremos escucharlos.
La manía por los automóviles no se limita sólo a los estadounidenses.
Esta devoción es mundial, y es cada vez más popular en las naciones del
segundo y tercer mundo. La humanidad quema 70 millones de barriles de
petróleo diarios. Debido al ritmo de crecimiento actual estaremos
quemando unos 100 millones dentro de 20 años. Pero nunca llegaremos a
ese momento. Estamos acercándonos al pico de producción mundial que fue
predicho hace más de medio siglo por el Dr. M. King Hubbert, el más
importante geólogo especialista en petróleo de su tiempo. El descenso a partir de éste pico en la
producción durará sólo unas pocas décadas. Sabemos que el petróleo es un
recurso finito, pero aunque en un futuro no muy lejano los precios
comiencen a subir, no moderaremos el uso de automóviles hasta que
ocurran serios recortes en la provisión y lo tengamos que hacer por la
fuerza de los acontecimientos.
Echemos un vistazo al siguiente escenario futuro: la rápida y
agonizante muerte del automóvil privado es una pared contra la cual la
sociedad mundial se incrustará con el pie en el acelerador y a toda
velocidad, en cuanto la crisis del petróleo finalmente nos alcance. No
aceptaremos ninguna solución que amortigüe el impacto sino hasta que la
escasez nos afecte en algún momento de comienzos del próximo siglo. Si
continuamos fracasando en tomar algunas medidas necesarias para
prepararnos para el impacto, cuando éste sobrevenga es muy probable que
la constricción en la base de petróleo, de la que depende nuestra
economía mundial, desencadene en una precipitada y violenta espiral
descendente hacia una profunda y larga depresión inflacionaria que
podría dar fin a la modernidad tal cual la conocemos.
Explicaré cómo la combinación de las llamadas ciencias duras (o
exactas) y la tozudez humana, respaldan la posibilidad de que esto
suceda, pero antes veamos dónde nos encontramos. Aunque creamos que
estamos en medio de una travesía hacia el abismo, muy pocos de nosotros
querríamos ser los primeros en dejar de usar nuestros automóviles. Lo
intenté dos veces, la primera vez fue en Tallahassee, cuando quise
convertirme en el Zar de la Tecnología de Florida. La segunda vez fue
como investigador freelance en Washington D.C. ¡Qué tediosa experiencia
la de estar en la atiborrada y pequeña vieja capital de Florida!, pero
¡qué maravilloso el no tener que preocuparme por el estacionamiento en
nuestra añeja capital! Taxis económicos por todos lados, caminar también
era un placer. El servicio de subterráneos es excelente, y la parada
del ómnibus estaba a pocos pasos de mi pequeño departamento, ubicado a
tres cuadras de la Biblioteca del Congreso. Pero esta experiencia urbana
es la excepción. Para la mayoría de los estadounidenses, la vida sin
automóviles es impensable, incluso en Washington D.C. Ya es muy tarde
para poder hablar de una rebaja racional en el uso. Tal como lo explica
claramente James Howard Kunstler en su nuevo libro “Home from Nowhere”,
todo el sistema y la estructura de la civilización estadounidense que
hemos construido desde la II Guerra Mundial es prácticamente inviable
sin la enorme masa de automóviles. No podemos funcionar sin ellos, por
mucho que Kunster nos quiera domesticar.
El primer best-seller de Kunstler, “The Geography of Nowhere”, fue descrito como una “polémica aguda” por el Walt Street Journal. El lenguaje utilizado en “Home from Nowhere”
es igual de tajante y creativo en su denuncia constructiva sobre la
estructura estadounidense edificada desde la II Guerra Mundial. Digo
“constructiva” dado que en “Home from Nowhere” Kunstler intenta
curarnos de esta enfermedad (nos cuenta sobre lo que ya estamos haciendo
en algunos lugares, y sobre qué más podemos y debemos hacer para
contribuir)
Yo fui directamente al capítulo intitulado “Locos por el automóvil”. En la cubierta del libro se lee: “...brinda esperanza a una nación que desea vivir en lugares que valga la pena cuidar”.
El capítulo no sólo no da esperanzas, sino que toda la predicción que
hace Klunster es tan oscura como el escenario post-petróleo que propongo
yo. Luego de explicar espléndida, precisa y claramente todo el daño que
la manía por los automóviles le causa al medio ambiente, concluye el
capítulo con que “Contamos con todo el conocimiento para hacer lo
correcto, sólo nos falta la voluntad para hacerlo. La conclusión
inevitable es que nuestro comportamiento es perverso y deberemos pagar
un alto precio por esta perversidad, perdiendo las cosas que amamos,
incluyendo a nuestro hermoso país y nuestra república democrática.
Todo muy terrorífico. “¡Hola! ¿Hay alguien allí?”, preguntas. “No,
estamos en medio de una travesía”. Entonces protestas: “¿Perderemos
nuestro país, nuestra forma de gobierno?”. Quizá esto no es tan
imposible. La muerte súbita del automovilismo en los Estados Unidos
producirá probablemente un quiebre mayor que derivaría en una Gran
Depresión. Kunstler deplora los aspectos negativos del automóvil sin
terminar de comprender el alcance del peligro que el automóvil
representa. Incluso ve señales de que poco a poco lo estamos dejando de
usar. ¡Sí, claro! Nosotros los estadounidenses vamos a dejar de usarlos,
sobre todo porque un gurú dice que son inmorales. A nosotros no nos
importa si son inmorales. Nunca dejaremos de usarlos, incluso si por el
calentamiento de la atmósfera todo el hielo polar se derritiera e
inundara Florida y Nueva York. Ni siquiera si tuviéramos que usar
máscaras antigás debido a la contaminación y todas las rutas del país
estuvieran embotelladas. Nosotros estaríamos sentados en nuestros autos,
en las autopistas, tocando la bocina y presionando el pedal
inútilmente, rogando poder avanzar unos kilómetros más. No vamos a usar
los ómnibus, taxis, subterráneos, tranvías o carros a tracción humana
del tipo japonés, excepto por diversión. Todos los estadounidenses
tenemos derecho de poseer un automóvil privado, así lo dice la
Constitución.
¿Se cumplirá la profecía de Kunstler sobre una disminución gradual en
el uso del automóvil? Nada tan noble como eso me parece probable. La
era del automóvil va a atravesar un rápido desaceleramiento que no será
placentero, gradual o planeado. Olvídense por un momento la tesis que
afirma que la tierra se quedará sin aire respirable antes de que se nos
acabe el petróleo. No hay dudas de que si seguimos quemando petróleo, la
especie humana acabará con todas las grandes reservas de petróleo del
mundo de todas maneras. La pregunta es cuándo sucederá. Algunos buenos
científicos que estudian el tema pero que no trabajan para las compañías
petroleras o nerviosos gobiernos, afirman que ese momento está más
cerca de lo que pensamos.
La Era del Petróleo entrará en crisis a medida que la demanda
continúe creciendo y se sucedan los picos de producción de petróleo (de
acuerdo con las proyecciones de Hubbert esto sucederá dentro de una
década [2005]). Sin embargo todavía no
estaremos cerca del desabastecimiento, sólo acercándonos. Algunos
obtendrán grandes y súbitas ganancias, lo que dificultará la habilidad
de los líderes para explicar la realidad mientras que los apóstoles del
petróleo entonarán sus bien remunerados discursos. Los precios subirán
para luego bajar y volver a subir cuando se sucedan recortes reales en
el sistema de distribución o bien en anticipación de los mismos, para
luego bajar cuando los especuladores estén distraídos y volver a subir y
bajar, pero siempre con alzas de mayor magnitud a las bajas a medida
que la escasez sea más importante. Y en el caso en que se cree un
desabastecimiento político y “artificial” en anticipación a una escasez
real, se podrían generar guerras (“¡Cómo se atreve a no vendernos su
petróleo!”).
De todas maneras ninguno de nosotros podrá moderar el uso de nuestros automóviles hasta el triste final.
El ocaso de la Era del Petróleo será tan perjudicial e implacable
debido a que no existe otra fuente de energía que pueda sustituir al
petróleo. Ya escuché a tecnólogos optimistas, muy cínicos y entusiastas
ellos, y que son parte del eje industrial automotriz/petrolero, y a
todos los ingenuos deseos de los ecologistas, que prometen sin ningún
sustento un mundo limpio y hermoso basado en una economía de “fuentes
energéticas combinadas”. Esa promesa es la que nos tiene tranquilos,
mientras seguimos quemando petróleo “por unos años más”, sin sentirnos
para nada perversos. Algunas facciones de científicos trajeados afirman
que la segunda ley de termodinámica es un fraude.
No va a suceder. Ninguna, (y permítanme sacarlos del limbo en el que
estamos inmersos y repetir: NINGUNA) de las fuentes alternativas de
energía prometidas podrá reemplazar al petróleo, ni siquiera las grandes
reservas de gas, que son el sustituto más parecido, pero que también es
finito. Tampoco el carbón “líquido” o “trabajado”. Y aunque sigamos sin
tener en cuenta cuestiones de seguridad ambiental, las plantas
nucleares necesarias para recargar automóviles eléctricos serán
económicamente inviables en una era post-petróleo. ¿Por qué? La
explicación nos fue dada por un científico casi olvidado de la
Universidad de Florida hace 20 años. Estoy hablando de “energía neta”.
Si para producir diez barriles de petróleo necesito quemar uno solo,
entonces voy a contar con nueve barriles para mantener al resto de la
sociedad.
A medida en que el descubrimiento de nuevos yacimientos y el
transporte de petróleo se dificultan cada vez más, el dividendo neto
decrece, hay menos petróleo para mantener la sociedad en funcionamiento y
los costos suben. Todos los demás costos que derivan del petróleo (que
son absolutamente todos), también suben. Finalmente entramos en una
escenario recesivo y con inflación que los economistas aseguran no
tendría que suceder, hasta que sucede, como pasó luego del embargo de
petróleo en 1973.
Es ahí donde los economistas demuestran no saber nada de física.
Muchos de ellos, personas que deberían saber del tema, afirman que
llegado ese momento las personas emprenderían nuevas búsquedas de
petróleo (seguimos encontrando nuevos yacimientos, pero no al ritmo en
que lo quemamos, y cada vez quedan menos lugares en el mundo en donde no
hayamos hecho agujeros). La otra alternativa que los economistas dan es
que seguramente encontraremos nuevas fuentes de energía y así podremos
bajar los precios tal cual como sucede con los demás productos
primarios, porque según ellos, el petróleo también es un producto
primario.
No es así.
La energía es la gran excepción a la teoría económica convencional. Y
la razón es la segunda Ley de Termodinámica. Cada vez que “usamos”
energía perdemos un poco de ella. Lograr un método perfecto es
imposible. Así que, quemar energía para crear energía, conlleva un
“proceso de pérdida”. Cuando quemamos petróleo para obtener electricidad
terminamos teniendo menos energía en electricidad que cuando empezamos.
Luego transmitimos la energía a hogares y fábricas a través de cables y
perdemos otro tanto. No se puede “crear” energía, aunque a veces
podemos “almacenarla” de alguna otra forma por un tiempo (siempre con
pérdidas). La energía se usa sólo una vez. Así que cuanto más complicado
y tecnológico sea el proceso, más energía perderemos en él. Ese es el
problema que existe cuando quemamos electricidad, una fuente de energía
“altamente refinada”, para obtener una fuente menos pura como el
hidrógeno, el cual extraemos del agua para luego quemarlo en los
automóviles. También esa es la razón por la cual el carbón “líquido”
para quemar en automóviles y camiones siempre será mucho más caro.
El gran fiasco sobre el petróleo inmaduro (“oil shale”) ocurrido a
finales de los años 70`, es el ejemplo perfecto de lo equivocados que
están los que proponen el uso de “nuevas fuentes tecnológicas de
energía”. Los economistas repetían una y otra vez que cuando el precio
del petróleo subiera lo suficiente, extraerlo iba a ser más rentable,
convirtiéndose así en un producto primario económico. Quemamos ya miles
de millones de nuestros impuestos y otros miles de millones en
inversiones privadas para que esto sucediera, y todavía hay algunos que
siguen afirmando que en algún momento ocurrirá. No les compren ninguna
reserva de petróleo inmaduro.
El problema con el petróleo inmaduro es que para poder extraerlo
primero debemos minarlo, luego triturarlo y finalmente exponerlo al
calor. La maquinaria minera quema petróleo, al igual que la trituradora y
las calderas. Al cargar y verter los deshechos quemamos mucho más
petróleo, y por supuesto también requiere energía el proceso de
refinamiento que este tipo de petróleo necesita para poder convertirlo
en un producto apto para consumo. No podemos olvidarnos del transporte, y
también del transporte de todas las personas involucradas en el
proceso, etc, etc, etc. Fue durante los años 70´ que descubrimos que
quemábamos alrededor de un barril de petróleo para poder producir un
barril de petróleo inmaduro (los llamados métodos de producción in situ
tenían los mismos problemas). Para decirlo en otras palabras: la
“energía neta” era igual a cero, así que el precio poco importaba.
Aunque el precio subiera hasta alcanzar el millón de dólares el barril,
seguiríamos consumiendo un barril de un millón de dólares para poder
producir otro barril de petróleo inmaduro de un millón de dólares sin
conseguir una ganancia neta en la venta.
La energía no es sólo un producto primario más de nuestro sistema
económico moderno. La energía es la fuerza fundamental en la que todo se
basa y la que hace “más productiva” la infraestructura económica
moderna (menos mano de obra). El petróleo es la fuente de energía
dominante en la red de transporte que sostiene la economía mundial, y
también es la fuente de energía más abundante, versátil, de fácil
transporte y más eficiente del planeta. De alguna manera el precio de
las demás fuentes de energía con las que contamos cuenta con un
“subsidio” del petróleo barato. En otras palabras, todas las demás
formas de energía que utilizamos, incluyendo la energía “solar”, son tan
económicas y accesibles gracias a que están “aseguradas” por el
petróleo barato (el petróleo barato y el gas natural producen y
transportan las células fotovoltaicas). Cuando no haya más petróleo, el
precio de la energía solar subirá por los cielos al igual que las demás
“fuentes alternativas de energía” y de forma directamente proporcional
al petróleo utilizado en cada uno de los pasos de su producción y
entrega).
El llamado “gasohol” es otro ejemplo ideal de “gasolina alternativa”
que goza del subsidio del petróleo barato”. Cada una de las etapas de
producción necesita petróleo: siembra, cuidado, fertilización, regado,
cosecha, transporte y finalmente el procesamiento del trigo para
convertirlo en alcohol. También se necesita petróleo para mezclarlo con
ese alcohol y poder convertirlo en una fuente de energía para el
automóvil (imperfecta comparada con la gasolina). El gasohol producido
con el trigo, azúcar, arvejas, aserrín, bosques tropicales o cualquier
otro tipo de “biomasa” no va a poder hacer funcionar nuestro mundo de
automóviles, ni qué hablar de las proyecciones de expansión que prevé la
industria automotriz. Dejemos de lado por un segundo que la utilización
masiva de automóviles comenzará rápidamente a afectar la biomasa de la
que depende toda la vida y la que provee cosas básicas como alimentos y
oxígeno. La “biomasa” no es una fuente masiva de energía mundial a largo
plazo debido a que muchas de nuestras actividades actuales en lo que
respecta a la agricultura y los bosques “destruyen el suelo” y no son ni
“renovables” ni “sustentables” a largo plazo. Dejemos de lado también
los peligros acerca del CO2 y el ozono. Dejemos de lado la poca biomasa
que nos va quedando y la tierra cultivable que será cada vez más
necesaria para poder alimentar, vestir y albergar a la creciente
población planetaria. El planeta no cuenta con la cantidad de biomasa
necesaria para hacer funcionar una economía basada en petróleo como la
nuestra al nivel de progreso que estamos viviendo, aunque estemos lo
suficientemente locos como para intentarlo (y lo estamos). En tal caso,
convertiremos rápidamente al planeta en un desierto si intentamos
alimentar a nuestra flota actual de automóviles con la biomasa.
Así que la verdadera trampa de las fuentes alternativas se verá
cuando la economía basada en petróleo comience a deteriorarse por el
desabastecimiento, y todas las demás “fuentes alternativas” que se
supone están esperando a la vuelta de la esquina, subirán de precio
significativamente. La situación no va a ser nada placentera, será una
escalada cada vez más costosa que hundirá la economía mundial y
empobrecerá a la sociedad global.
El “carbón limpio”, el gas natural y quizá también algún tipo de
energía nuclear nos proveerán de electricidad por algún tiempo, así como
también algún nicho del mercado para su transporte. La energía eólica
para la producción de electricidad será la ganadora en muchos lugares
del planeta (no tenemos mucho viento aquí en Florida y los nubarrones
hacen que la energía solar sea una fuente costosa para la mayoría del
planeta). Pero ninguna de estas fuentes, al igual que los autos
eléctricos, hará funcionar nuestra economía actual al nivel de riqueza y
consumo que gozamos en este glorioso ocaso de la Era del Petróleo. Las
economías transnacionales, que son las que más dependen de los
automóviles y camiones (Estados Unidos, Canadá, Australia, etc.)
probablemente serán las primeras afectadas. Cuando necesitemos realizar
la transición hacia otras fuentes de energía descubriremos que todo lo
que hagamos implicará más gastos y que todo lo que ya teníamos no era
tanto. Esta situación confundirá a los economistas. La economía crecerá a
pasos lentos pero los precios estarán en subida. Y es ahí cuando
redescubriremos una vieja verdad: el dinero no es real; sólo es un
método de contabilidad. El Congreso no podrá emitir petróleo ni tampoco
derogar la Segunda Ley de Termodinámica. Así que luego de despedir a la
trouppe de políticos de ese momento y cambiarlos por otros, veremos que
todo seguirá igual, y no sabremos a quién culpar. ¿Qué haremos entonces?
Ahora prestemos atención a los economistas. Tenemos aquí tres
dictámenes que pueden parecer heréticos. En primer lugar la observación
que hace Minster: Tanto el capital como el trabajo no pueden crear energía. De ésta observación deriva la Ley de Minster sobre el Subsidio de Energía: El
desabastecimiento de una fuente de energía eficiente siempre hará que
las demás fuentes de energía menos eficientes sean más caras e incluso
menos eficientes de lo que lo eran en primer lugar. ¿Acaso la
humanidad comenzará a utilizar la energía más eficientemente cuando ya
sea tarde y veamos que los barriles de petróleo escaseen? Por supuesto
que sí. No habrá otra alternativa. Pero ese uso eficiente no nos hará
más prósperos (como hoy en día). Cuando esto suceda lo único que
podremos hacer será desacelerar el ritmo de generación de pobreza. ¿Por
qué? Presten atención a la Máxima de Minster: En toda sociedad, la
transición desde el uso de fuentes de energía eficientes a otras menos
eficientes invariablemente disminuirá su nivel de riqueza y
flexibilidad, así como también las demás opciones que la sociedad tenga.
En otras palabras, justo en el momento en el que más necesitamos de
la riqueza y la flexibilidad para poder abaratar la energía derivada del
petróleo y poder enfrentar esta transición hacia la construcción de una
infraestructura que dependa de menos energía para funcionar, todo va a
ser mucho más costoso y seremos más pobres.
¿Si todo esto es cierto, qué deberíamos estar haciendo? No tengo
muchas respuestas. Creo que por lo menos tendríamos que deshacernos de
esos anteojos que nos hacen ver todo color de rosas y que están cegando a
los ecologistas, y que a su vez también sirven de pantalla de humo a
gobiernos e industrias ciegas. Hasta que no hagamos esto no podremos
saber con exactitud cómo será la sociedad post-petróleo. Lo que
podríamos hacer es dejar de perder dinero invirtiendo a largo plazo en
expandir la infraestructura basada en automóviles. Quizá algunos
adelantados comiencen a proponer la creación de ciudades post-petróleo
en donde sólo se utilicen autos eléctricos y se prohíban los autos
privados. No lo sé, piensen ustedes.
Una cosa que me parece lógica es que necesitamos realizar un análisis
honesto sobre la energía neta de todas las fuentes de energía
alternativas propuestas, es decir, la energía neta resultante luego de restar en la fórmula el subsidio del petróleo que cada una necesita.
No es tan fácil como parece, el petróleo subsidia todo lo que hacemos.
Pero es vital hacer éste cálculo para poder contar con un criterio
racional que no esté impregnado de polémicas que responden a intereses
creados o a apóstoles del petróleo. Lo que hagamos una vez que contemos
con los resultados es otro cantar. El mundo occidental está dominado por
líderes corporativos que sólo piensan en el día a día, políticos que
sólo actúan de acuerdo con los períodos electivos y un público hostil a
las malas noticias acerca de su modo de vida (especialmente acerca de
nuestros adorados automóviles). Los países de la costa del Pacífico son
esclavos de las exportaciones de automóviles (y a su vez no tienen mucho
petróleo). Los exportadores de petróleo ya están exagerando sus
reservas para poder pedir préstamos a la comunidad financiera mundial.
¿Hay acaso alguna persona que no esté muy involucrada en la continuación
de la miopía existente?
Ya lo dije en otro artículo, dado que lo más probable es que no
tomemos ninguna medida con respecto al transporte hasta que sea
demasiado tarde, la única opción que tienen los Estados Unidos sobre su
política energética es trabajar para conseguir un uso eficiente de la
energía en nuestra infraestructura y el medio ambiente. Sin dudas éste
es el objetivo de los dos libros de Kunstler y es también el objetivo de
lo que denominamos “diseño sustentable”. El elemento clave de las
profesiones de diseño es tomar conciencia de que probablemente no
contamos con todo el tiempo que pensamos y que no seremos tan ricos como
alguna vez lo fuimos. A mi entender, la solución es construir para la
equidad y sostenibilidad. Significa el fin del modelo de consumismo.
Significa construir para nosotros mismos y para nuestra posteridad, es
volver a las viejas costumbres conservadoras de ahorro e inversión y
dejar atrás el despilfarro y el derroche. Para ser un poco más bíblico,
significa utilizar lo que nos queda de estos años de vacas gordas para
prepararnos para los años de escasez.
Kunstler, aún sin tener en cuenta el próximo desabastecimiento de
petróleo, considera que somos perversos porque debido a nuestro amor por
los automóviles desperdiciamos nuestras vidas, ciudades e
infraestructura. ¿Creería que somos diabólicos si pensara que nos
encontramos en medio de una travesía hacia una economía post-petróleo
que empobrecerá a toda nuestra posteridad?
De ser así, probablemente estaría en lo cierto. Desde un punto de
vista moral, lo que estamos haciendo equivale a utilizar los salvavidas
de los niños en el Titanic para abrigar a los adultos una media hora
más.
En el muy humano capítulo final del libro de Kunstler, nos habla de cómo el éxito de su primer libro, “The Geography of Nowhere”
le permitió tener un buen nivel de vida en una pequeña ciudad de Nueva
York, la cual describe como un mundo idílico, una burbuja libre de autos
en la cual escribe y dibuja. El por lo menos luchó contra la bestia y
ha impulsado el cambio.
Pero nosotros no vamos a cambiar, y parece claro que toda reforma que
la humanidad consiga realizar, por más modesta que ésta sea, sólo
retrasará unos pocos años lo inevitable. Así que a mi entender, en el
horizonte veo que en algún momento del próximo siglo protagonizaremos un
quiebre en la economía de proporciones épicas que romperá los ejes de
nuestro nivel de riqueza actual y que desvalorizará por completo toda
nuestra infraestructura. La conmoción económica de principios de los
años 70 es sólo un pequeño indicio de lo que vendrá. Una vez más la
humanidad confirmará la máxima de Voltaire: “La historia nos enseña que la historia no nos enseña nada”.
______________________________ Fuente: crisisenergetica.org
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